Todo ha cambiado

24 mar 2020 / 16:33 H.
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Las cosas que pasan en otros sitios también pasan aquí. Comienza con un foco aislado de afectados y sigue con el primer fallecimiento. Medidas de control, aíslan a los habitantes en sus casas y dejan las calles vacías. Conforme ocurren estas cosas, vamos tomando conciencia del problema. Lo primero que pensamos es en el colapso del sistema sanitario, pero de repente surge un fuerte sentimiento comunitario que crea un vínculo muy especial ante la adversidad. Hechos excepcionales como éste, nos dejan pendientes de noticias que, conforme vayan llegando, irán cambiando la manera de pensar y actuar. La alerta sanitaria y económica guiará nuestra conducta. También sabemos que las cifras de contagiados y de despidos van a revelar quiénes somos en realidad, por lo que deberíamos focalizar la atención en controlar las emociones frente a conceptos como pandemia, cuarentena o hipotética guerra biológica. Los hay que están metidos en este problema y tendrán que enfrentarse a él solos, independientemente de la atención que puedan recibir cuando quizás ya sea demasiado tarde.

Pienso ser disciplinado y seguir al pie de la letra las recomendaciones que los expertos nos aconsejen. Aunque me rebela la posibilidad de quedarme en casa, decido hacerlo hasta que el coronavirus esté controlado. Pasan los días y la letalidad del virus se convierte en un fenómeno peor que el peor de los problemas que causarían crisis comerciales o financieras. Por la velocidad que ha viajado el virus desde China, cualquiera podría pensar que su tremendo impacto pudo estar perfectamente programado. Cada vez son más los países que se quedan aislados después de sellar las fronteras, y ese aislamiento me preocupa, porque siendo factor de riesgo nunca había vivido nada parecido y no sé si podré paliar el efecto negativo que pueda tener en mi salud, así que procuraré mantener el distanciamiento esencial para lograr que el pico de la curva de contagios caiga en picado. Al tener que estar en alerta permanente, este año oleré el azahar que nos trae la primavera mezclado con otro aroma nauseabundo, o lo imaginaré mientras le digo a los científicos que tienen toda mi gratitud por el esfuerzo que están haciendo para poner en circulación el remedio mágico que venza al “virus de laboratorio” (no confundir con coronavirus), no vaya a ser que charlatanes y demagogos le concedan la misma importancia que a la farsa del cambio climático. Lo único que deseo en estos momentos es que se dote al sistema sanitario y al equipo de científicos que trabajan para descubrir una vacuna, los medios que sean precisos antes de que nos gane la frustración y la ansiedad. Este es un tiempo para que sobresalgan los altruistas y todo aquel que esté dispuesto a beneficiar a los miles de afectados que la pandemia está repartiendo por todo el mundo, al menos ese sería el aspecto positivo, si es que puede tener alguno el corona virus que nos obliga a un aislamiento completo y a la paralización de las actividades habituales. Aprendamos a gestionar
este aislamiento hasta que se reanude nuestro ritmo de vida. La evolución de esta crisis la frenará la tremenda actividad que el equipo sanitario tiene por delante. A los ciudadanos en general les deseo que intenten no dar positivo en el test de la Covid-19 mutante. Seamos serios y muy responsables.

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