Tiempos revueltos

01 nov 2018 / 11:51 H.

Hemos tenido un “vergoño”, un mini-invierno muy adelantado; nevadas inusuales en esta estación, riadas, mangas marinas y de interior, total, todo un capítulo del tiempo en cuanto a la meteorología se refiere, y hasta un huracán de nombre “Leslie” que nos ha rozado, siendo cosa extraña en estas latitudes. Dice Manuel Valls que una de las ideas para un mundo mejor, es la “lucha contra el cambio climático”, porque de ella depende la civilización, lo que somos. Es toda la humanidad la que está en juego y las ciudades han de tener un papel imprescindible para evitar futuros desastres. Eso sí, los que niegan el cambio climático producido por la acción del hombre, dirán que ha ocurrido así siempre, toda la vida. O sea, le damos una patada al conocimiento y a los adelantos para detectar qué está pasando en nuestro planeta y ya está. Donde se ponga el Almanaque Zaragozano que se quite tanta estación meteorológica espacial y tanto ecologismo militante. Este 2018 lleva las trazas de convertirse en un año singular por los acontecimientos: Trump y Putin revierten los acuerdos de desarme nuclear impulsados por Reagan y Gorbachov hace treinta años, el populismo ultraderechista avanza en el mundo y ahora Brasil arma a Bolsonaro. Entre tanto, en Europa se avanza con una Unión Europea sin Inglaterra y una socialdemocracia en horas muy bajas. Nosotros, en casa, a lo nuestro: la descalificación, las acusaciones, el “yo tuerto por tal de que tú quedes ciego”. Revueltos sí están los tiempos. Oficialmente ya sí estamos en campaña. En primer lugar, se adelantan las andaluzas, vendrán las europeas, las catalanas (si queda algo para entonces), las municipales y las tan ansiadas elecciones generales para unos y para gran parte de los otros. Los hay también que no las ansían tanto, ni tan pronto. A ver, hay intereses para todos los gustos. Como el tiempo, esto tampoco es lo que era, y eso lo decimos seguramente porque quizás no nos hemos parado a pensar con detenimiento para llegar a la conclusión de que la vida siempre está sujeta al cambio por que se mueve, avanza, modifica y hace que las cosas nunca sean igual. Lo estático, lo que no cambia pase el tiempo que pase, es la muerte, que permanece por siglos y siglos impertérrita. Lo demás, nos guste o no, cambia; otra cosa es que por la acción del hombre, los cambios vengan a mejorarnos a nosotros mismos, a las condiciones del planeta, aclare las relaciones entre los pueblos y las de la política en general. Se me vienen a la mente los cambios acelerados de estos tiempos revueltos, que colisionan en estas fechas con el intento de meditar en la propia existencia y en pensar en nuestros difuntos con una profunda tristeza, consecuencia del desgarro de la pérdida y de la certeza de que la muerte es algo irremediable, doloroso, un vacío infinito para la que no estamos preparados. Y, al mismo tiempo, vemos con extrañeza cómo otras culturas ( Halloween o altares mexicanos, entre otros) nos hablan de la transición entre la vida y la muerte y del más allá como algo festivo y como continuación y no final de nosotros mismos. Quizás ese Halloween que es una celebración moderna de los países anglosajones y del norte de Europa, que se celebra la noche previa al Día de Todos los Santos y al Día de Difuntos, que se ha introducido ya en nuestras costumbres, venga a señalar que lo importante es vivir y comprometerse, teniendo el convencimiento de que la vida es una gran aventura y un milagro, que no hemos de malograr por muy revueltos que anden los tiempos.