Tiempo de romerías
Para este escribidor incierto, la única romería donde peregrina, consiste en acomodarse a la sombra de un olivo, en horas benignas, con un canto de pan con aceite a la siniestra y un cuartillo de vino a la diestra, en amable diatriba con el silencio y algunos gorriones pardos, entendiendo que esta es una forma muy plácida de paliar los antagonismos y disipar las angustias exteriores. Las devociones y otras pasiones emocionales, las tengo muy atenuadas por la escoba inflexible del tiempo, y por la oportuna prescripción facultativa que me indicó el ego más profundo. Es de suponer que estas digresiones personales, a ustedes los traigan al pairo, pero lo suelto al aire, por si hay algún incauto que las lea. Por poner un ejemplo, en estos momentos de caca removida no quisiera ser juez ni periodista, el uno porque juzga, y el otro porque tiene que contar la verdad. No estoy capacitado. Pero me asombra, cómo algunos doctorandos de estas profesiones acuden a romerías a postrarse ante los iconos de tantas vírgenes y tantos santos, que en definitiva no son nada más que sus beatíficos pagadores. Eso sí, con mucha devoción, fervor y alegrías de bolsillo. Mientras, seguimos matándonos en este mundo.