Tengo palabras

25 may 2021 / 10:19 H.
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Menudo escritor sería el escritor que no tuviera palabras para escribir un verso, un ensayo, una novela o este artículo. Las ideas surgen de repente, los conceptos aparecen para captar ideas con palabras inspiradas en la necesidad de definir la esencia de las cosas que vemos o escuchamos a diario. Percibo la palabra como la respuesta natural y cercana que posee la virtud de expresarse a través de la comunicación escrita o verbal. Ni que decir tiene que, sin la palabra, nuestra vida navegaría en un mar de brumas y agobiada por la sensación de que falta la herramienta intelectual que se precisa para dar forma a la creatividad, a ese poder de atracción que abre las puertas de la inspiración o talento innato que sirve para expresarnos por primera y última vez. A lo largo de la historia, el arte de inventar palabras ha sido crucial para la comunicación, bajo su influencia, hemos podido desarrollar conceptos con los que hemos compartido opiniones, deseos, tristezas y alegrías, y hemos formado imágenes mentales con las que hemos asimilado su verdadero significado, una vez que ajustamos con precisión relojera, las palabras a los hechos. Las palabras son propiedad de todo aquel que quiera utilizarlas en forma de metáforas o expresiones discursivas que ilustran la riqueza del lenguaje.

Mi objetivo es cuidar de las palabras para conocerlas mejor y para no fracasar en el modo de explorar por ejemplo la naturaleza del ser humano. Tengo palabras para pensar de forma creativa, que es la forma de hacer buena literatura, esa que apasiona desde que sale de la consciencia del escritor y busca la manera de que el lector aprenda a pensar y a experimentar nuevas emociones. Doy a las palabras el valor que se merecen, las sitúo en una posición envidiable dentro del vasto conocimiento que se le presupone al escritor que toma buena nota de ellas a la hora de ejercer su labor literaria. Repaso los textos para comprobar si las palabras se ajustan a su significado, o si por el contrario, figuran desajustadas en forma de trivialidades o exabruptos de un lenguaje radical que algunos verbalizan.

La palabra es el rudimento básico de una Gramática que estudia la estructura de las palabras, la forma que tienen de enlazarse, y los significados a los que dan lugar. La Morfología se ocupa de su constitución interna, y la Sintaxis, analiza la combinación y los grupos que forman. Ahí está la fonética que analiza los sonidos del habla y la fonología a la que le compete su organización lingüística. El rasgo distintivo de la palabra es el fonema que a su vez constituye la sílaba, y el morfema que se agrupa en palabras que, son la unidad máxima de la Morfología y la unidad mínima de la Sintaxis. Todo cuanto pienso o manifiesto, lo hago con palabras que considero apropiadas como las de uso coloquial, y siempre recuerdo que hay que valorar el significado de palabras que no son sino el recurso responsable que nos brinda todo tipo de soluciones argumentales a emplear por ejemplo en este artículo que habla de una parte pequeña pero imprescindible del conocimiento humano. La palabra es la puerta de acceso al corazón del pensamiento y al espíritu de ideas que se conciben para expresarse con palabras que cumplirán con una función responsable siempre que le demos un uso correcto para que no sufran ni ellas ni el idioma.

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