Tauromaquia ilustrada
Que la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Jaén haya dedicado un ciclo de conferencias a la tauromaquia ni es un asunto baladí, ni tiene porqué parecer extraño. Y lo que ha sido, sin duda, es un acierto. Tras años de cierta marginación, más o menos intencionada, de todo lo que oliera a toros en universidades y otros foros culturales, resulta reconfortante comprobar que, especialmente en esta provincia, el sentido común retorna y la tauromaquia vuelve a ser tratada con rigor en los templos del saber. Hablar de toros hoy en una Económica —me lo señalaba la profesora Beatriz Badorrey— es “poner una pica en Flandes”. El espíritu de muchas sociedades ilustradas del XVIII pudiera parecer, en efecto, contrario a la Fiesta. Pero la propia Ilustración fue diversa, y junto a las diatribas de Vargas Ponce o Jovellanos se alzaron voces como la de Nicolás Fernández de Moratín o la de Antonio Capmany, catalán, académico, miembro de la Económica madrileña, que defiende las corridas frente a quienes las juzgan incompatibles con una idea de “europeización” que a día de hoy sigue resultando igual de discutible. Porque ni entonces ni ahora parece que tenga sentido que para ser “más europeos” haya que dejar de ser, o haya que ser “menos españoles”. La historia demuestra que aquellas prohibiciones chocaron siempre con la realidad viva del pueblo y con sus instituciones cercanas. Y ahí sigue la tauromaquia, discutida y cuestionada, como siempre, pero integrada en la cultura popular y ligada inseparablemente a las demás expresiones artísticas y humanísticas. El debate puede y debe hacerse, pero desde el respeto y el conocimiento. El profesor José María Balcells lo mostró con claridad rescatando para Jaén la relación profunda entre Miguel Hernández y los toros y dejando clara la imposibilidad de entender bien la obra del poeta obviando la figura del toro como elemento fundamental. Y el cierre del Ciclo con Andrés Amorós quedará para la historia de la propia Económica. Puede verse en la página web de la propia entidad o leer el excelente resumen del ilustre periodista y resistente jiennense, don Antonio Garrido. Amorós ha dedicado su vida a acercar la cultura al ciudadano en las aulas y en la calle, hablando de lo difícil sin hacerlo complicado; explicando lo más profundo, pero sin mayor solemnidad. Al natural. Es un divulgador ejemplar, un intelectual libre, coherente y de independencia demostrada. Se le entiende todo; y transmite. Porque se lo cree y porque lo puedes escuchar cien veces que la cien veces te motiva como la primera. En tiempos de confusión y ruido, su voz sigue siendo una referencia necesaria. Nos recuerda que la cultura no es ideología, que el arte no se mide en cifras, y que defender la tradición no es ir para atrás sino asegurar mejor el futuro. Y que nuestra cultura, nuestra lengua y nuestra historia son lo que nos hace grandes como nación. Resaltó especialmente la imagen de los dos “ortegas” —el torero y el filósofo— toreando al alimón, para terminar con la respuesta que Ramón Pérez de Ayala —nombrado embajador en Londres por la República— dio a la pregunta de los periodistas: “Usted, señor embajador, ¿cree que alguna vez se acabarán los toros en España?”. “Jamás. Si eso pasara, moriría España”. “Bueno, pues yo espero no ver ni una cosa ni la otra”. Remató el maestro Amorós.