Sus peros de España

17 feb 2019 / 11:08 H.

La consideración de saberse, sentirse o querer ser español en el sentido más hegemónico del concepto, parece que se estuviera diluyendo en manos de una caterva de malabaristas de baja estofa y alta estafa, trapisondistas profesionales de la confusión y la algarabía estéril, pero no por ello descuidados en la ponderación, ocultación y sublimación de sus intereses más interesados, y las ganancias intransferibles que aquellos les puedan generar. Se esgrimen argumentos perentorios, maleables y aliñados con zafiedad, desde aquellos que alardean de la pureza inmutable de su españolidad, hasta los que aborrecen o desprecian esta condición. La distinción entre unos y otros no es tal, muy al contrario se asemejan mucho más de lo que quieren ver o desear, y la semejanza está triste y sencillamente causada por sus pomposas egolatrías, a la par, tan empobrecedoras como perturbadoras. Las virtudes que enarbolan, unos y otros, como propias y excluyentes, son como fuegos de artificio para sus verbenas particulares, la arrogancia y la prepotencia de sus frágiles verdades, discriminan, y en cierto modo desdeñan a muchos otros que no queremos participar en este tedioso y delirante juego de nacionalismos fútiles, de banderas, lazos, pronunciamientos, histrionismos y otras zarandajas, utilizados para solapar o distraer la atención sobre las carencias propias e ineptitudes de aquellos que los alientan. Y sin embargo estas mascaradas, estas cabalgatas de despropósitos, están copando los medios de comunicación, y enardeciendo a base de combustibles baratos las redes sociales. Están ralentizando lo que debería ser la marcha normal de una comunidad plural con peculiaridades enriquecedoras, de un país multicultural, al que no le faltan problemas por solucionar, injusticias que abordar y desequilibrios que dirimir. No se trata de unidad, ni de “güevos”. La unidad se debe desear y no imponer, la unidad se busca, no es un patrón de comportamiento reglamentado, la apretada unidad de las sardinas enlatadas no es deseable, entre otras cosas, porque están descabezadas y en consecuencia muertas, tampoco es de gusto la unidad longitudinal de una cola petitoria; por el contrario la unión de una coral, de una sinfónica, de un equipo de voluntarios, sí generan resultados gratos. En cuanto a los huevos, sabemos que son frágiles por naturaleza, requieren estar en suspensión, puesto que la gravedad los aplastaría, y a fin de cuentas todos terminan en tortilla, fritos, cocidos, revueltos, escalfados o estrellados. Aunque cueste asumirlo, las gentes nacidas en cualquier madre patria, los nos o los vos, no presupone ostentar el marchamo de calidad suprema. España tiene sus peros.