Sordos y ciegos

    29 jun 2019 / 11:34 H.

    Cada vez se habla más y se escucha menos; con la mirada, tres cuartos de lo mismo. Es el signo de estos tiempos tan acelerados como insulsos. Y no es casual, qué va, es una estrategia sistémica del poder para hacer personas sin criterios propios y miopes sin dioptrías. Y lo están consiguiendo: si gran parte del país se queda pillao con un bodorrio, por mal camino vamos. Si con la que está cayendo, calor incluido, no tenemos tiempo de observar el teatrillo político de estas semanas y a sus pésimos actores, es de traca. Me recuerdan a un cuento de Alfonso Fernández Malo, de su libro de paseo “Los perros de agosto”, donde cuatro señoras caminan juntas y aceleradas por la Ruta del colesterol, hablando todas a la vez, pero cada una con su tema. No nos queremos mirar de frente, no nos queremos escuchar. Tenemos unos cimientos tan débiles que cualquier reflexión se nos hace un mundo: imagen y verborrea, clichés preestablecidos, forma sin fondo, posverdad en vena, demagogos que quieren jugar la Champions viniendo de Regional Preferente. Como dice un refrán popular jaenero: “Que nos folle Mantecón y no nos pague”.