Sonetos del atardecer

    06 may 2020 / 14:16 H.
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    Durante estos días que hemos estado prácticamente sin salir de casa, muchas son las actividades que nos hemos procurado para pasar el tiempo de la forma más amena posible. Sin duda, una de las actividades más placenteras para disfrutar del tiempo, estemos o no confinados, es la lectura. Así he procurado hacerlo yo y sigue aumentando mi lista de libros leídos. Hoy quiero destacar uno de ellos, el titulado “Sonetos del atardecer”, escrito por Manuel Escudero Puga, amigo desde hace muchos años, con un gran corazón, que fue mi profesor en el instituto y ahora compañero en estas páginas de opinión de Diario JAÉN. Escribió San Juan de la Cruz que “al atardecer de la vida nos examinarán del amor”; pues bien, Manuel Escudero ya tiene aprobado el examen. Esta pandemia que estamos sufriendo nos deja, entre otros, un mensaje muy claro, enfocar nuestra mirada y atención en lo realmente importante, en aquello que nos permite la auténtica felicidad, y no me refiero a esos placeres que poco duran, como por ejemplo la cerveza con los amigos, ver un partido de fútbol o comprarse el último móvil, que también hay que disfrutar; me refiero a esa felicidad que se conquista día a día con esfuerzo y sacrificio, que te engrandece el alma. Este poemario es un acto de amor para quienes se acerquen a sus páginas, su lectura pausada te engrandece el alma. Efectivamente, “el mundo necesita de poesía que despierte conciencias y emociones”. Transcribo aquí uno de sus poemas con un mensaje claro: “Que tus manos no nieguen el consuelo a los pobres del mundo, cuando llaman. A los niños del mundo, los reclaman, dales una sonrisa y un anhelo. Que tus manos no siembren el desvelo nunca ni la violencia que amenaza. No cultives el odio a la otra raza. Todos vivimos bajo el mismo cielo. Que tus manos no ahoguen ni traicionen, que tus manos no manchen y no opriman a quien gasta su vida sin rencores. Que tus manos escuchen y perdonen, y consuelen, y abracen, y rediman de los oprobios de los opresores”. Gracias Manolo por tu humildad, amor y generosidad. “Hay que pintar de verde el universo, de color esperanza”.

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