Somos veleidosos
Cuando logramos la madurez como personas, no solo colando la mayoría de edad como barrera hacia el mundo de que ya podemos “hacer lo que nos dé la gana, cuándo y dónde queramos”, erramos. Desde mi perspectiva actual, pragmática y experimentada, resulta que ese atrevido salto dado inconscientemente y porque sí, con esas incipientes ansias de conocer el mundo, y curtirnos, resulta que no somos conscientes de que el cordón umbilical seguirá sin cortar hasta que en realidad seamos nosotros mismos quienes lo cortemos. Y preparo toda esta antesala para decir que, en realidad, cada una de nuestras acciones siempre han sido, son y serán fruto de la influencia del entorno en el que habitamos, de la gente con la que hablamos, de todos los seres en quien depositamos nuestros más personales deseos, creyéndonos estar a salvo y con plena autonomía. Pero nada más lejos de la realidad. Porque en realidad somos influenciables por tener la naturaleza gregaria, e incluso de respirar teniendo la necesidad de agradar y ser queridos en nuestro círculo más cercano. Tener conciencia lleva tiempo, y el tiempo es vida. Cuida donde depositas tu confianza,
y por quien te dejas influenciar, es tu tiempo, es tu vida.