Somos el producto

El caso Pegasus ha causado un gran revuelo político y entre los medios de comunicación por la intervención de los teléfonos de ciertos políticos. Sin embargo, no parece preocuparnos que millones de españoles seamos controlados desde que nos levantamos hasta acostarnos; incluso en el baño o en los momentos más íntimos. Ese pequeño aparato que llevamos siempre con nosotros, del que ya no podemos prescindir sin sentirnos nerviosos por no estar permanentemente conectados, es un espía de alto nivel, que sabe en cada momento el lugar en el que nos encontramos, que conoce nuestras compras, aficiones, gustos musicales, viajes, etc. Incluso puede detectar nuestras inclinaciones políticas por las páginas que visitamos. Disfrutamos de las redes sociales y las aplicaciones sin ser conscientes de que si una empresa te ofrece algo gratis es porque tú no eres su cliente, sino su producto. Y ahí es donde entran en juego los algoritmos, los todopoderosos programas que deciden qué publicidad vamos a ver en cada momento, en función de los datos que, previamente, han recogido a través de nuestro teléfono inteligente. En fin, para qué preocuparse si somos felices con nuestro juguetito, lo de que controlen nuestras vidas es un mal menor.