Simple catetismo jaenero

    08 feb 2023 / 17:46 H.
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    A tal señor, tal honor; en mi súplica de liberación de Bernabé Soriano días pasados, imputé por error a la naciente democracia su exilio a la Alameda; por suerte Emilio Arroyo, que leyó la columna, aclara que aquello fue antes, a finales de los años 50 o primeros 60 por reforma de la plaza de las Palmeras para mejorar el tráfico rodado. Elucubrando la razón del cambio de aires de don Bernabé, Bernardo López y Almendros Aguilar, del centro al aventino florido de Capuchinos, no encuentro otra que el paletismo endémico de esta ciudad que no distingue colores; el mismo que ha llevado ahora a enjaularlo. Encantado corrijo el desliz de mi débil memoria —su palabra de hombre de bien hubiera bastado— y aprovecho para decir algo que tenía en el tintero sobre mi amigo, que fue el primer alcalde de Jaén en la democracia y pasó por la política como un caballero de los que no abundan. Emilio es una excepción, propició la convivencia en la Corporación, sirvió a Jaén en el Senado y cerró esa etapa con discreta elegancia para volver a su plaza docente y retomar la vocación universitaria; retirado en pletórica madurez, pasea su alba cabellera patricia por la ciudad y recibe la gratitud de sus vecinos.

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