Similitruqui

23 mar 2016 / 17:00 H.

Tiene gracia, porque a broma hay que tomárselo, que los podemistas creyeran que, a falta de otros proyectos, podrían cambiar la lengua castellana de la noche a la mañana, para que hoy mismo ya hubiera periodistas y periodistos, economistas y economistos y taxistas y taxistos. El lenguaje lo forma el pueblo y se tardan años en acuñar una nueva palabra. Claro que, posiblemente, los de Podemos no estén seguros de que van a estar tanto tiempo gobernando y tienen prisa por cambiar algo, aunque solamente sea un puñado de terminaciones de palabras para definir el sexo.

Creo que nadie les ha hecho mucho caso en esto ni, parece, que en lo demás, a juzgar por el revuelo interno que se traen desde hace unas semanas. Las palabras se van acuñando y fortaleciendo a medida que son usadas más a menudo y por más gente. Hace dos días, una periodista dijo en la Cuatro que Rita Barberá se iba a reunir con todos los “gerifantes” del PP. Una errata verbal que pudiera algún día ser aceptada por la Real Academia en lugar de gerifaltes, que es la palabra correcta. La variedad de nuestra lengua es inmensa y existen infinidad de jergas, casi una en cada lugar de nuestra geografía. Nunca olvido al que fue entrenador del Real Jaén y mi entrañable amigo Manolo Ruiz Sosa. Tenía una forma peculiar de hablar y empleaba algunas palabras que yo no había escuchado jamás. De ellas, hay dos que me hicieron gracia y por ello las adopté y las he venido repitiendo siempre que ha venido a pelo. Estas palabras son similitruqui y menismo.

Me gustaba lo de similitruqui porque Ruiz Sosa cada vez que veía algo que le agradaba, le sorprendía o le hacía gracia, solía decir: “Esto tiene similitruqui”. Efectivamente, hurgando en las enciclopedias, he deducido que esta palabra se aplica a cuando se consigue algo de manera graciosa y algo picaresca incluso de forma impensada. La otra palabra, menismo, la utilizaba de broma, sobre todo cuando llegaba a un bar y pedía que le pusieran una ración de menismo. Esto provocaba una confusión en el camarero y, en una ocasión, salió el cocinero a preguntar con no muy buen talante qué era eso de menismo. Manolo se quedó cortado, pero yo lo aclaré: “Menismo es una cosa que si la tienes la pones y si no es lo mismo”. Menos mal que el dueño nos reconoció y la broma no llegó más lejos.