Silencios ensordecedores

    21 ago 2020 / 18:08 H.
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    Es bello vivir en esa nube de autocomplacencia que tan generosamente nos regalan para dulcificar nuestra existencia los poderes políticos, económicos y mediáticos de nuestro país. El discurso oficial nos tiene ensimismados con ese maravilloso proceso de transición de una dictadura a una democracia supuestamente tan modélico que nos convirtió en una democracia homologable a cualquier otra de las existentes en Europa. Pero a muchos ciudadanos, yo diría que a la gran mayoría, el que silencien o traten de ocultar la realidad no nos sirve de consuelo a estas alturas. La situación social se impone quieran o no quieran, y esa imagen tan dulcificada que tratan de imponernos no mitiga la amargura de ver la situación tan dramática que vivimos. Se puede guardar silencio sobre el grave problema de la pobreza en nuestro país, pero eso no hará que desaparezca. Lo mismo sucede con la elevadísima desigualdad de rentas, una de las más altas de la Unión Europea. Pueden tratar de que olvidemos que durante la anterior crisis las rentas derivadas de la propiedad del capital y del mundo de las grandes empresas crecieron de forma desmesurada, por supuesto a costa de que las rentas del trabajo disminuyeran, pero ese silencio tampoco solucionará nada.

    A nadie se le escapa ya la increíble falta de diversidad ideológica en los medios de difusión nacional. El enorme poder del capital financiero, que empobrece tanto nuestra democracia, es el que difunde y promociona el pensamiento neoliberal que a estas alturas está tan en descrédito. No deja de ser sorprendente cómo esta falta de diversidad ideológica hace que se nos presenten como dogmas económicos auténticas trivialidades intrascendentes. El poder económico, político y mediático continúa adoctrinándonos en esa ideología neoliberal a pesar de haber promovido políticas tan enormemente ineficaces, de haber causado el enorme aumento de las desigualdades, de tanto daño y tanto dolor.

    Ahora reaparecen con desmesurada repercusión mediática. Los voceadores neoliberales de nuevo nos traen el mensaje que nos llevó al desastre del austericidio, nos predican el viejo sermón de que el gasto público tiene que reducirse aún más. Y hay que hacerlo para evitar el crecimiento del déficit público. Vuelve la misma cantinela que provocó tanto daño en la mayoría de las clases populares en España. Se sabía que provocarían ese daño pero eso no estuvo nunca por encima de los intereses
    que tan fielmente defienden. Hasta el mismo sanctasanctórum del neoliberalismo mundial, el Foro de Davos, reconoce que los países
    que lideran los rankings de calidad de vida, y que a la vez se encuentran entre los más eficientes y competitivos del mundo, son aquellos que tienen la mayor tasa de gasto y empleo públicos de la Europa Occidental, o sea, los países escandinavos.

    Frente al cambio de percepción del Estado al no identificarlo ya con su carácter represivo que sí se ha producido en la opinión de la mayoría de la población española, nos encontramos con unos poderes económicos, políticos y mediáticos que no quieren entender esta dimensión social del Estado. No admiten todavía a estas alturas que gracias al desarrollo de varias dimensiones del Estado del Bienestar en estos últimos cuarenta años el Estado ha desarrollado una dimensión social de enorme importancia y popularidad, que está ejerciendo un rol fundamental en el desarrollo económico y social del país. Este cambio de percepción de la población frente al sector público alcanzó su máximo exponente durante la pandemia, cuando los servicios públicos, en especial la sanidad y los servicios sociales, adquirieron un enorme apoyo popular y un enormereconocimiento. La pandemia puso de manifiesto el enorme valor e importancia de la dimensión social del Estado, a la vez que mostró su escasez de recursos. Pero ese cambio en la opinión popular no ha alcanzado a los poderes nombrados más arriba que siguen empeñados
    en defender sus intereses, su acumulación
    de riqueza, e insisten en presentarnos a los servicios públicos como una carga para el desarrollo de la economía.

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