Siempre llovía

    16 mar 2024 / 09:51 H.
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    El lunes once de marzo cumplí cincuenta y cinco años, envuelta en la pena por las víctimas del terrible atentado que nos conmovió a todos. Agradecida de seguir existiendo, en pleno temporal atmosférico y vital. Mis recuerdos de la niñez son como cristales empañados, que apenas dejan ver unas imágenes difusas. Siempre llovía, eso me desesperaba y culpaba a mi madre por haberme traído al mundo en invierno, por no poder irme al río a celebrar mi cumpleaños, como la mayoría de mis amigas. A veces, me pregunto dónde está esa niña de pueblo que correteaba por las calles empedradas, vacías de coches. Me pregunto cuándo perdí la inocencia y la fe en la humanidad. El 11M es un claro ejemplo de la maldad humana, pero no es el único, la guerra sigue activa en Ucrania; Israel aplasta a los palestinos mientras las principales potencias miran hacia otro lado. Y tantas otras injusticias en países que nos resultan lejanos de los que, a veces, el mar nos devuelve cadáveres. La lluvia, tan necesaria para la vida, que limpia y purifica el aire que respiramos, no es capaz de arrastrar las maldades humanas. Me abrigo en mi familia, en el calor de los míos, para soportar el frío invierno que se está apoderando del mundo.

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