Sí, pasen y vean

    29 oct 2020 / 10:00 H.
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    Hoy día, mostrar un mínimo atisbo de sinceridad, por ejemplo, contribuye a que un sector de la población se posicione en la senda de la desvaloración, y esto por poner un mero ejemplo de cómo ha cambiado el “cuento de Caperucita” en unos tiempos en que, si ser sincero es un desvalor, lo deshonesto y lo torticero suele tener, sin embargo, cabida en los vertederos de la televisión... ¡Todo sea por generar audiencia a precio de la más “sublime” basura! Así, pues, y en esta misma línea, la exhibición de lo soez, el contar experiencias sexuales en estos y otros medios de comunicación, el alardear con la jactancia del desalmado —o desalmada, porque aquí la mujer contribuye a que la igualdad sea “más igual” que nunca— es un plus y un reclamo que se traduce en rentabilidad económica, porque ya ven cómo está el patio, se paga, y de qué manera, por difundir la inmundicia que podría albergar un ser humano, eso sí, no cualquier ser humano, creo que tal aclaración hubiera sido innecesaria por su obviedad. Ahora bien, creía que lo había visto todo, pero no: un presentador que alardea de ser “multiabanderado”, que a su vez impide —exento de modales, de empatía y educación sin que se le llame al orden por parte de ningún directivo— que unos colaboradores, que a su vez creen que la universidad es un lugar legendario que solamente existe en las películas, se expresen con libertad porque su analfabetismo político —que da pie a un infundado fanatismo— le hace padecer un complejo de superioridad, que no es otra cosa que el de inferioridad, pero más potenciado; o, por otro lado, una isla en que unas —presuntas— parejas se ven tentadas a mantener relaciones sexuales con otros miembros, que acaban de conocer, para valorar si existía amor o no entre ellas, ellos y sus primigenios amantes. Se busca la fama a cualquier precio, con el fin de rentabilizar, incluso, la presunta cornamenta, cuan venado cotizado a precio de oro. He optado por ver Netflix, o alguna otra plataforma, seleccionando películas, documentales o series que, dentro de una parrilla, cada vez menos variopinta, pueda, al menos, satisfacer parte de mi demanda. Les aconsejo “La valla”: ¡Angela Molina, te admiro!

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