Si no te matan, al final mueres

    22 nov 2020 / 16:48 H.
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    Días antes el abuelo había leído. Lucas (21.25-28): “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo porque sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación”. Lejos de las teorías conspiratorias; pero sí, instaurados en la sospecha. El sol, la luna y las estrellas, ajenos, brillan a diario como siempre, mientras en la tierra entera los pueblos son presa de la angustia por el rugido de la covid-19 y la violencia de la segunda ola. Los hombres y las mujeres desfallecen de miedo por cuanto está sobreviniendo y está cambiando su propia normalidad. Y hombres y mujeres, firmes, se cuadran ante la que se ha autoproclamado: una inmensa legión de nuevos evangelistas que atemorizan a los habitantes de la Tierra, en el siglo XXI, en donde esa legión, que son los gobiernos parapetados tras la comunidad científica internacional y que desde la ineficacia y el fracaso de su multitud de mensajes y órdenes: persiguen el control absoluto de la población global para establecer un nuevo orden mundial: geopolítico-económico-social. Gobiernos y gentes, y cada cual en lo suyo: esperan ver al hijo del hombre, que vendrá en botes de cristal con poder y gran gloria (la vacuna). Y cuando esto suceda, a esos hombres y mujeres, con ánimo y la cabeza levantada les llegará la liberación para ser profundamente subyugados como autómatas de su Estado. El apocalipsis ha llegado a este mundo mundano y se ha instaurado sobre la faz de la tierra. ¡Mentira! Todo está en pie (...), por mucho que a estos evangelistas les pese y quieran hacer ver lo contrario. Desde que el mundo es mundo: la enfermedad y la muerte han estado presentes. Ni la una ni la otra, por muchos intentos llevados a cabo; se han podido erradicar. En la voz de gran luchador que fue el abuelo, ante las adversidades a las que tuvo enfrentarse, que fueron muchas, siempre estaba presente esta frase: Si no te matan, al final te mueres. Él vivió una larga vida; dejando huellas en la batalla.

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