Si no está roto, no lo arregles
Traigo hoy a colación una frase del político español Donoso Cortés: “Lo importante no es escuchar lo que se dice, sino averiguar lo que se piensa”. Y en estos días, en Andújar, en medio de una polémica con más vehemencia que de cordura, conviene recordarla. Y más cuando la verdad tirita, escondida por entre la alegalidad del ciberespacio, con insultos, rumores, mentiras y la calumnias que campean a sus anchas. Ante lo que oigo y leo estos días se me ocurren adjetivos, epítetos y atributos pero, al final, no encuentro mejor resumen de lo que pasa que que se ha perdido el sentido común, que, como decía Voltaire, “no es nada común”. Me explico.
Hace unos días aparecía en este periódico un edicto judicial dando curso, según procedimiento legal, a una alegación de la Cofradía Matriz de la Virgen de la Cabeza de Andújar, que solicitaba la inmatriculación, como propietaria, del Santuario de La Morenita, en Sierra Morena, y se citaba a las partes implicadas, entre ellas el Obispado de Jaén, a demostrar documentalmente la propiedad del templo y otras dependencias anejas, pues dicha cofradía, institución eclesiástica cuyo ordenamiento jurídico es el canónico, dice ser la propietaria legal, y no el Obispado.
Situación más kafkiana no conozco. Pasé del estupor a la sonrisa y, después, traté de comprender leyendo y echando mano a mi archivo personal y a la experiencia de años de trabajo en la cofradía hace años, junto a un gran equipo de amigos. Y lo primero que advierto es ignorancia, que no es otra cosa que presumir de saber.
Advierto también no poco fanatismo, algo que suele someter a cautiverio a la inteligencia, porque le impide aprender. A la historia me remito.
Decían los clásicos que hay tres clases de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe y saber lo que no debiera saberse. Y es que, tirando y argumentando con viejos legajos, datados en los siglos desde el XVI hasta el XVIII, los litigantes, pocos, es verdad, y mal asesorados por historiadores que no han llegado a contextualizar, desconocedores de la lexicología histórica, creen que el término Patronato llevaba consigo la Propiedad. Y es verdad que abundan documentos episcopales y pontificios que conceden a la Cofradía Matriz el Patronazgo de este viejo templo, es decir, la misión de cuidar, velar, administrar el templo y fomentar la devoción a la Virgen.
Abolidos los patronatos siglos más tarde, se firmaron concordatos, tras las sucesivas desamortizaciones. En España hubo tres, la de Carlos III, la de Mendizábal y la de Madoz. Esa encomienda de cuidado del templo emblemático de Sierra Morena fue encomendada a la Orden Trinitaria, primero en 1930 y después, tras la Guerra Civil, mediante convenios en los que nunca se dice que la propiedad sea de esta orden que ha servido a la Iglesia y la devoción con más luces que sombras y que, hoy, aun con la merma de vocaciones, con prioridades en otros continentes y periferias, continúa sirviendo ejemplarmente.
No se me ocurre otra cosa que apelar al sentido común de todos, la frase que dijo una vez Alfonso Guerra: “Lo que no está roto, no lo arregles”.