Servidores públicos

18 ene 2022 / 16:36 H.
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En el contexto actual dominado por la crispación, la confrontación frente al debate, la inmediatez frente a la reflexión y la banalización frente a los nobles valores de la política, cuesta identificar y reconocer la valía de los servidores públicos. Por definición servidores públicos son todos esos millones de personas que se dedican a brindar con su trabajo un servicio a la comunidad. Desde los maestros y maestras, pasando por las médicas, médicos y toda esa extensa función pública, gracias a la cual nuestros derechos pueden ser ejercidos y disfrutados. Los políticos también forman parte de esa amplia red de servidores públicos que nos hacen más fácil nuestras vidas. No hay función pública que se precie, sin embargo sin valores, como tampoco política sin convicciones. De ahí la importancia de reforzar y prestigiar la integridad, la imparcialidad y la profesionalidad de las instituciones del Estado. Con acontecimientos como el sucedido esta semana en el Consejo General del Poder Judicial, que ha antepuesto una decisión política a una decisión jurídica votando en contra del dictamen emitido por sus servicios jurídicos a la ley de vivienda, se rompe todo principio de profesionalidad, imparcialidad y rigor en las funciones atribuidas a este órgano constitucional.

A los políticos como reconocía Weber hay exigirles en el desempeño de sus funciones compatibilizar la ética de la convicción moral, con la ética de la responsabilidad. Pero a los funcionarios del Estado da igual el ámbito al que se dediquen hay que exigirles también valores éticos y responsabilidad en sus atribuciones.

Esta semana nos dejaba después de una larga enfermedad José de Francisco, un gran servidor público, cuya actuación ha estado guiada siempre por los valores, la convicción, la integridad y la honestidad. Desde sus inicios como funcionario, hasta sus responsabilidades políticas cuando las ha tenido, siempre tuvo claro cual era su papel. Puso a disposición del bien común, su inteligencia, y su capacidad de trabajo. Ha sido una de las personas claves en el parlamentarismo español de las últimas dos décadas. Como buen funcionario y servidor público lo hecho siempre desde la discreción, anteponiendo la razón y el fin último a la medalla personal o el rédito partidista. Dicen que no hay nadie imprescindible en la vida, pero José de Francisco era de esas personas imprescindibles e insustituibles. Además de funcionario fue Director General y Secretario de Estado de Relaciones con las Cortes durante el gobierno del presidente Zapatero y desde hace tres años director del gabinete de la presidencia del Congreso de los Diputados. Durante esos años, fue un gran muñidor en la aprobación de los nuevos estatutos de autonomía de las comunidades autónomas, pero también tuvo un papel muy relevante en leyes que requerían acuerdos y mayorías cualificadas. Su cabeza privilegiada y su gran conocimientos de las reglas del juego democrático y parlamentario hicieron posible algunos de los grandes pactos y acuerdos de las últimas décadas, y su asesoramiento fue clave para que muchos ministros y ministras pudieran abordar algunas reformas legislativas tan importantes como el código penal o la reforma de algunos órganos constitucionales. La función pública está formada por grandes servidores como José de Francisco, un hombre sencillamente bueno, a quien la vida le ha despedido demasiado pronto.

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