Ser no es igual que estar

15 oct 2019 / 09:02 H.

De madrugada, esperando en el semáforo una persona con mirada penetrante de ojos oscuros y vivos. Cabello largo. Barba larga poco cuidada y abundantes canas. Me comenta: “¿Cómo vas?”, respondo: “¿Y tú?”. Esto es de locos, nadie se oye, nadie escucha. “Luego dicen que yo soy un loco”, comenta. Y continúa empujando su carrito con chatarra. A las personas si algo se les da bien es estigmatizar a los demás por no proceder como nosotros mismos y rápidamente le fijamos un nombre y le creamos un día internacional para salvaguardar nuestra conciencia judeo cristiana. Hace pocas semanas una persona me comentaba haber descubierto que debía dejar de prestar atención a lo que pasaba a su alrededor por ser innecesario. Sorprende la actitud nihilista en la que niega su propia existencia como resultado del entorno social. Aislarse en lo que pretende que sea su realidad cierra el paso a entender cuál es su contexto. Es ingenuo creer que desde el bloqueo se puede vivir. Esta visión podemos oírla con distintas palabras en muchas de las personas que están cansadas de lo que han interpretado los dirigentes de los partidos políticos como cultura democrática. Hacer creíbles falsedades sin pruebas y rechazar hasta el bloqueo de todo lo que venga del otro exaltando su punto de vista como única opción. De los tres modos posibles de relacionarnos entre personas, neutralidad, ánimo de colaboración o ánimo de confrontación; han optado por la confrontación. Si realmente estamos interesados, al expresar nuestras opiniones, la opción ha de ser otra. Como afirma mi amiga Geidi, ante una crisis: “La preocupación debe llevar a la acción, no a la depresión”. Nunca la inacción dejando pasar. Así gestionan los conflictos los políticos actuales. La sentencia del “procés” independentista es un resultado más. No la causa que impide la posibilidad del diálogo y colaboración. La democracia es el modo de gestionar el contrato social desde el diálogo integrando la diversidad y su complejidad. Quien desee ver en la sentencia revancha o victimismo se equivoca. Es caer en la visión de imponer y la sumisión que se ha asumido como cultura política porque nunca se ha permitido ver la diversidad de ideas existentes sin mediar presión desde las minorías hacia las mayorías. Con todo lo oído ayer hay que despertarse del sueño de lo que se ha querido ver en este “conflicto” y en el resto al que nos enfrentamos por falta de diálogo. Debemos ser conscientes del fracaso democrático. El poder judicial solo ha realizado el trabajo que le tiene atribuida la Constitución. ¿Qué nos ha llevado a esta situación? La génesis se encuentra en el modo que tenemos de enfocar las diferencias. La posición que nos otorgamos —nuestro sueño— desde lo absoluto. Es el síntoma de nuestra inseguridad. De no saber que somos realmente. De nuestra incapacidad de entender que es objetivamente España. Si definimos claramente que es, Cataluña llegará a comprender, igualmente, su naturaleza. Esto no se logrará sino planteamos una relación desde el esfuerzo de colaboración, entendiendo los nacionalismos español y catalán como riqueza y no como problema. Sartre reconociendo el esfuerzo del ser humano por la libertad, ya lo dejó claro: “Soñar en teoría, es vivir un poco, pero vivir soñando es no existir.” Igual nos confundimos como quien se confunde de película por llegar tarde y entrar a oscuras.