Ser de Jaén, ser de Cataluña

31 oct 2017 / 10:22 H.

El problema de Cataluña no es cuestión de votaciones, sean de la naturaleza que sean. Podemos votar y solo será una fase más del conflicto. Es una cuestión de identidad. Un tema complejo fácil de comprender. La dificultad está cuando los intereses particulares de cada actor de un lado y otro retuercen los argumentos e ideas para imponer el interés particular como colectivo. No deja de ser una extorsión mesiánica, en tanto se construyen emociones con ideas simples sin demostrar, falsas, como muestra Borrell en sus publicaciones. Considero a los arquitectos filósofos del espacio. Tienen la capacidad de determinar el estilo de vida de las personas. Mi amigo Juan Moya es arquitecto. Tomando café el sábado me comentó: “¿Sabes que he aprendido de la independencia Catalana? Que hay que construir edificios en sus fronteras, genera intercambios y fusiones culturales”. Ciertamente tenía razón. Coincidimos en que existen fronteras en las que hay que construir. Fronteras que se han erigido desde el prejuicio hasta llegar a sentirnos extranjeros. Confundimos identidad con nacionalidad. El nacionalismo es excluyente, se impone su superioridad. La identidad viene dada por la idea que construye la autoestima individual, en la que forma parte nuestra percepción de patria tal y como la define Orwell: “La devoción por un lugar, por su forma de vida que la consideras como de las mejores del mundo sin deseos de imponerla”, pero sí mostrarla y compartirla. Hay que incluir, no integrar y menos aún de asimilar. Hacer participar a las personas en esta percepción implica construir espacios comunes de identidad reconocibles. Las instituciones son una clave en esta construcción. No se puede entender que todos los organismos e instituciones de los poderes del Estado estén agrupados en Madrid. El Estado se ha de construir vinculando autonomías y gestionando su poder desde los distintos territorios que lo componen. ¿Por qué el Senado o el Tribunal Constitucional han de estar situados necesariamente en Madrid? ¿Por qué dedicamos tanto apoyo y tiempo a aspectos privados de la persona y dedicamos tan poco a visualizar el resto de lenguas del Estado que deberían estar presentes en los espacios públicos? Hay que adoptar medidas incluyentes para que las culturas enriquezcan España. No culpemos a las personas de la situación a la que se ha llegado y creer que el momento actual del conflicto es una historia de héroes y villanos. La pregunta debería ser por qué se han permitido los dirigentes activar emociones para provocar rechazos a un lado y a otro. Baste ver los mensajes que han inundado las redes con humillaciones enfrentadas. Piranesi arquitecto —Siglo XVIII— idealizó en sus grabados el ambiente lúgubre y la pérdida de libertad que implicaban las cárceles, denunciando lo subterráneo y obsesivo. Huxley vio en estos lo cruel y arbitrario de lo humano. “Mas allá de las prisiones reales hay otras no menos terribles: las metafísicas, cuyas sedes están en la mente, cuyas paredes son de pesadilla e incomprensión, cuyas cadenas son ansiedad”. Superar la obsesión, canalizar la fuerza para desarrollar identidades desde el respeto-derecho a la existencia-hacer tuyo lo que sienten las otras personas. Esta debe ser la estrategia. La Constitución no es el panóptico represor. Debe de ser una herramienta inclusiva, no un arma arrojadiza entre identidades.