Separación de poderes

20 dic 2022 / 18:48 H.
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A pesar de las circunstancias excepcionales y difíciles que se han abordado en esta legislatura, la tónica que caracteriza el debate político en esta etapa es el insulto, la tensión, la crispación y el juego al ataque por parte de la derecha política y mediática, que merma la credibilidad y el prestigio de las instituciones del Estado. Desde la constitución del gobierno de coalición, la derecha calificó el gobierno de ilegítimo, golpe de estado y todo tipo de calificativos de desprecio y falta de respeto a un gobierno constituido sobre la base de los resultados electorales y fruto del poder de la soberanía popular. Un gobierno de colación difícil de encajar, después de unos años de bloqueo y parálisis parlamentaria. El tono bronco del debate no ha hecho nada más que subir durante toda la legislatura. El anterior líder de la oposición, Casado, agotó todos los insultos del diccionario contra el presidente del gobierno en sede parlamentaria. El vocabulario de Vox es directamente un vocabulario frentista, predemocrático en el que continuamente se hace alusión a un golpe de estado, cuando lo que decide la mayoría parlamentaria no les gusta. En los últimos años se han traspasado todas las líneas rojas de la decencia parlamentaria y del respeto a las reglas del juego democrático. Se asumen los insultos parlamentarios como algo normal, y se eleva el tono progresivamente, hasta el punto de aceptar calificativos belicistas continuamente. Se ha acuñado la máxima de comunicación de que una mentira o un insulto repetido muchas veces termina por aceptarse como real y acaba con el contrario. Pensábamos que Feijóo venía a apaciguar esta estrategia de oposición broca y maleducada que la mayoría ciudadana rechaza por burda y grosera, pero de momento todo sigue igual. El reglamento del congreso es antiguo y debería modificarse para encontrar instrumentos más eficaces que la simple regañina de la presidenta de la cámara, contra estas lamentables prácticas.

Algunos han definido la política como el arte de lo posible, y en este oficio la oratoria, cargada de razones y argumentos debería ser la tónica dominante en el debate parlamentario. Así ha sido desde las primeras democracias. Pero no ha sido suficiente con la bronca, y la pasada semana se ha intentado entrometer al Tribunal Constitucional en la batalla, cuando se pretendía modificar la ley de nombramiento de los miembros del tribunal de garantías. Lo que está ocurriendo en España es muy grave. Los jueces de la derecha llevan años secuestrando los principales órganos del poder judicial y la ciudadanía empezamos ya a desconfiar de todo y no entender nada. ¿Es posible que se recurra una ley antes de ser aprobada?. Hasta a los no doctos en derecho nos chirría semejante patraña. En fin, el filósofo ilustrado Montesquieu ya nos explicó hace más de dos siglos lo importante que es para la salud y pervivencia de una democracia la separación de los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Los tres son importantes y necesarios, y a los tres debemos un respeto imprescindible si no queremos herir de muerte a la propia democracia. El pensador francés también planteaba que en una democracia ningún hombre debía tener miedo del otro. No paro de pensar en ello estos días, pues francamente dan miedo los atropellos que estamos viviendo. ¿Sería mucho pedir a jueces y políticos de la derecha un poco de altura y racionalidad en el año de legislatura que nos queda?

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