Sentimientos encontrados

    12 ago 2020 / 16:26 H.
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    Un domingo cualquiera del tórrido julio. Una emergencia, un olvido de última hora que puede echar por tierra tus proyectos de bricolaje. Ahí están los socorridos chinos, abiertos permanentemente para no perder la oportunidad de una venta por pequeña que sea. Entras y de momento el calor que exacerba los olores te trae el tufo inconfundible del lugar. Una bofetada. Huele a plastiquillo, a baratijas, a penuria, a quincalla, a chamarilería. Es el olor sincrético de un universo de objetos heredado del todo a cien y aumentado, pero sin perder el marchamo de la precariedad o el “tente mientras cobro”, que decía mi padre; el olor reunido de todas las cosas imaginables, desde un crucifijo a un desatascador, que se puedan comprar por poco dinero, exceptuando la comida, que ya tiene sus tiendas específicas regentadas también por chinos o árabes. Mientras te vuelves loco en el intrincado laberinto de estrechos pasillos sin fin para encontrar lo que buscas, vas afinando un poco más el olfato. También atufa a imitación burda y descarada rozando lo ilegal, a explotación en el trabajo, con jornadas extenuantes por sueldos de miseria, a importaciones masivas de sucedáneos con la etiqueta de barato que cierran empresas autóctonas serias porque la calidad y los sueldos dignos no pueden competir con esa baratura, a migración huyendo de la pobreza, a gobiernos aprovechados de todo eso. Y con ese hedor, te dan ganas de salir de allí y dedicarte a otra cosa. Pero ves al chino, seguramente familiar o vecino del adelantado dueño del negocio, que acaba de deshacer la maleta porque no entiende ni una palabra de español; desarraigado, porque hay que salir a buscarse las habichuelas; capaz de prescindir del descanso dominical y de soportar horarios sin límite y salarios inconfesables con la esperanza de poder levantar cabeza en el país anfitrión. Y te acuerdas de que hace sesenta años también salían muchos españoles con la misma esperanza, y siguen saliendo aunque con otras expectativas bien distintas. Ahora importamos de esto y exportamos formación. Coges lo que buscas y sales con ese cúmulo de sentimientos encontrados y la clarividencia de la falsedad de lo comprado.

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