Sé tú mismo

    17 nov 2019 / 12:20 H.
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    Cuentan que una serpiente perseguía ferozmente a una luciérnaga. Esta, agotada, se volvió y le recriminó: ¿Por qué me persigues para matarme? A lo que respondió la serpiente, enojada: Es que no soporto que mientras tú brillas, yo me arrastro sobre mi cuerpo. Este cuento oriental retrata muy bien el segundo pecado que, después del orgullo, cometió Caín con su hermano Abel. La envidia es tan antigua como la humanidad, endurece el corazón de las personas y llega a entristecer al que la siente por la comparación que se establece con el otro y la propia falta de autoestima personal. Todos sentimos la envidia que responde a inseguridades o falta de valoración personal al compararnos con los demás, así el envidioso se alegra del mal del otro y se entristece con su bien; a veces se puede convertir en una patología que endurece y enferma el corazón arrancándole la alegría, la serenidad, la confianza y la paz interior. No hay razones para compararse con nadie, que es siempre una fuente de tristeza y desasosiego ya que la envidia es lo más estéril e irracional por lo que podemos dejarnos llevar en nuestra vida. No te compares, sé tú mismo y la envidia desaparecerá.

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