¿Se pueden pedir peras al olmo?

04 ene 2017 / 11:45 H.

Una vez más vuelve a sonrojarnos el informe de la OCDE, porque Andalucía no PISA fuerte en educación. Esto de mirarnos en el espejo de la educación comparada es un problema porque nos deja con una sensación de fracaso e impotencia similar a la que siente el mal estudiante, normalmente de extracción social desfavorecida, cuando se le compara con otros, y que cuando es reiterativa acaba en un “me importa un huevo” que es el heraldo de un abandono prematuro del sistema educativo. Y así nos va, porque a la vuelta de poco tiempo, lo más probable es que esos y esas sigan en parecido nivel sociocultural y, sin remedio, van a sembrar la semilla del “miuh” en su prole. Con lo cual tenemos el bucle. A la administración sí le importa, pero no valen paños calientes culpando a la ley educativa actual o a la mala suerte en la selección de los centros andaluces, porque las conclusiones se repiten tras cada informe. El espejo solo puede reflejar la realidad: la diferencia que existe entre unas sociedades y otras con respecto a la educación. Hacia eso apuntan más bien los análisis, a la relación entre el valor que las familias conceden a la educación y los resultados escolares, por encima incluso de la inversión en aquella. ¿Tópico? Sí, pero triste y real. Duele hasta el alma que en la sociedad andaluza haya gente, demasiada, que no tiene para comprar libros, y puede ser cierto, pero sí para comprar la videoconsola o el móvil al nene. Gente con un interés básico por la escuela, que interfiere negativamente en la educación de sus hijos, carne de paro y subsidio. Esta gente, la que nunca leerá este artículo ni ningún otro, no se sonroja con el informe PISA porque ni llegará a enterarse, y si se entera pondrá la culpa en la escuela, que sí se sonroja impotente. Difícil reto cambiar el sistema de valores de una sociedad, pero es el camino. Y el primer paso, potenciar el diálogo escuela-familia y prever las ayudas pertinentes buscando que cale en esas familias que escapar de la pobreza y el retraso pasa por la formación. Y el segundo, poner en valor todo lo que rodea a la educación, y en su sitio a todo aquel que venga a denostarla. Tal vez así en un tiempo podamos pedirle peras a este olmo.