Se llevan el agua
Cuando la feliz primavera lluviosa nos deleitaba ver en la cabecera del Guadalquivir que nuestros embalses se estaban llenando y mirábamos el futuro con cierto optimismo, me cuestionaba de quién sea el agua por los desembalses que cada verano pasan bajo el puente de Andújar; ogaño ha sido peor y sedicente autoridad de cuenca —por mejor llamar, los políticos arbitrarios que la detentan— han esquilmado a modo nuestros pantanos, Giribaile y Guadalén, hasta dejarlos tiritando. Las tierras altas de aquí se ven privadas del agua necesaria para su fertilización, en orden a una inexistente sostenibilidad de tierras aguas abajo con beneficiarios ciertos: riegos de olivares súper intensivos, arrozales y otros cultivos que prosperan mientras aquí impera el secano y se restringen y dificultan redes de regadío, como en Siles. Triste sino el de Jaén, condenada por todos, que da y no recibe, se llevan lo que tenemos, nuestra agua; mientras nos aíslan y mienten con promesas electorales, desmantelan el ferrocarril, suprimen autovías, retrasan otras. Solo falta que aparezcan los falsos conservacionistas, enemigos de los pantanos y propongan la demolición de algunos de ellos, que todo se andará.