Se apagaron las luces
Comienza el año 2025 y una no puede reprimir un pequeño sobresalto, al ser consciente de que ya estamos en el primer cuarto del siglo XXI, porque es imposible sustraerse al paso del tiempo y a la aceleración que imprime la edad en la digestión de los acontecimientos personales y colectivos.
Busco en las noticias de curiosidades que pretenden dar sentido al 2025, y me llamó la atención leer que es un año cuadrado puro, pero el único que viviremos todos las nacidos después de 1936. Me dirán, claro, sí, esto no tiene ningún significado, pero estarán de acuerdo en que es un entretenimiento menos sombrío que pensar en lo que está sucediendo en Gaza: Al parecer algunas organizaciones internacionales elevan el número de víctimas a más de 70.000, muy por encima de las 45.000 que dice el grupo terrorista de Hamás. Casi la mitad de las víctimas son niños, y no puedo dejar de estremecerme al pensar que a las bombas y al hambre se le une ahora el frío, “el General Invierno”, como gran elemento de muerte. Y mientras Gaza es destruido sin misericordia, el conflicto se extiende al Líbano, Siria y tal vez Irán. Sí, el tiempo pasa, y las guerras se extienden como manchas de aceite. Total, lo de siempre desde que el mundo es mundo.
Pero el mundo duele, porque hay muchos, demasiados asuntos que extienden un manto de oscuridad o de incertidumbre al devenir de estos acelerados días, como es la manera de afrontar los destrozos causados por el cambio climático, imposibles ya de ignorar cuando estamos iniciando la recuperación del territorio tras la tremenda dana en la Comunidad de Valencia. Por cierto, y por desgracia, ahora asistimos en directo a otra tragedia relacionada con el mismo, son los incendios que se están produciendo en California, en la glamurosa Hollywood, uno de los estados más ricos del mundo. ¿Seguirán adelante los planes de Donald Trump, de realizar más prospecciones petrolíferas y aumentar así la producción de gases de efecto invernadero?. “Perforar, perforar”, que eran sus palabras hechas lema. Una gran irresponsabilidad, porque el 20 de Enero se producirá el relevo del Presidente en el país más poderoso del mundo, que además es un faro para el resto de Occidente.
Se va a producir con la aceptación de los perdedores desde el primer momento, todo indica que con una transición de poder pacífica y tranquila, sin nadie asaltando el Capitolio, ni temor por ello. Se llama normalidad democrática, y como todos sabemos no ocurre siempre, ni siquiera entre los mismos actores. Es esa normalidad a la que una quiere aferrarse y pese a todo, cuando estos días hemos llenado las calles y restaurantes para comprar regalos y celebrar fiestas y reuniones en un ejercicio de exaltación del presente, y evitando un futuro que no se muestra con contornos agradables.
Tal vez hayamos de regresar otra vez a la conciencia colectiva, porque el individualismo nos lleva a la desesperanza. Ante las amenazas globales, ojalá podamos conservar los espacios de entendimiento que dieron lugar a la paz y a la prosperidad tras la superación de la II Guerra Mundial y que dieron a luz a una Europa cohesionada, fuerte y democrática