Se apagaron las luces

    09 ene 2025 / 09:03 H.
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    Se apagaron las luces, cesaron de repente los villancicos que cantaban alegres en las frías calles de invierno. El vistoso colorido que había embellecido la ciudad iluminando con sus formas y tonos navideños, volvieron a un silencio de luz, quedándose sin el brillo intenso con que habían permanecido encendidas los días jubilosos, llenos de emociones y sobre todo, en los que un año más, la ilusión se mantenía todavía en el mutismo del anonimato. Se apagaron las luces y la ciudad retornó a esos días en los que, en un momento, despertó la rutina y todo volvió a la normalidad de sus espacios, de su ritmo, de su trayectoria marcada por el compás del reloj que sostiene el tic tac de su tempo sonoro, de una forma mucho más habitual y explícita. El eco de los versos parecía haberse paralizado al mismo tiempo en las que todas las bombillas habían dejado de lucir. Me pareció que había de despertar de ese sueño maravilloso que nos lleva a esos días a la infancia jovial en la que permanecíamos con la ilusión de saber qué habría junto a nuestras camas al día siguiente. Qué rápido había pasado el tiempo desde la Nochebuena, llena de emociones y sentimientos, en los que compartimos nuestros mejores deseos para todos, familiares y amigos, e incluso aquellos, que aún sin conocerlos, salían de nuestros labios de una forma sincera y cordial. Esa noche tan especial de compartir con la familia celebrando el nacimiento de Aquél que un día vino a traernos la verdad, el amor y la esperanza. La Nochevieja, unos días después, había volcado el tarro de la fiesta cuando las doce en el reloj de la plaza, cada campanada nos alejaba y acercaba, un año más, a ese dulce sabor de unas uvas degustadas con rapidez y ritmo. Las lentejuelas brillaban en la noche más ruidosa del año, el baile despertaba en el espacio abierto donde la música sonora y elevada nos invitaba a compartir sus compases mientras nuestros pies dibujaban una danza alegre y festiva. Y después, se iba despertando la ilusión en todos, un extraño sentir latía muy dentro y nos llevaba con la imaginación a conquistar los sueños. La llegada de sus Majestades de Oriente ponía fin a la festividad navideña. Y después... se apagaron las luces... mas nunca en nuestros sueños.



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