Saramago, Jaén y la ceguera

03 dic 2022 / 16:00 H.
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Cien años se acaban de cumplir del nacimiento de José Saramago. Y diecisiete desde que nos visitó. Sí. Un Nobel en Jaén. Impartió una charla en la “antigua” prisión que ocupaba la esquina en la que ahora se yergue, prácticamente vacío y casi sin apoyos institucionales, el que se vendió como “grandioso y único” Museo Ibero. Sus palabras hicieron referencia a las víctimas de la Guerra Civil en Andalucía dentro de unas Jornadas para la recuperación de la Memoria Histórica. Tema que sigue vigente y alimentado desde varios frentes. La conferencia llevaba por título “De la sombra a la luz”, denominación curiosa viniendo del autor del “Ensayo sobre la ceguera”. El tiempo dejó su huella e incluso una de nuestras calles lleva el nombre de Saramago. Sin embargo, esa ceguera que, en su obra, trasciende de la mera privación física de la visión para transmutarse en una especie de parábola de nuestra sociedad, se nos presenta de una forma tan actual que, sin duda, es otro de los alicientes con que enfrentarnos a su recuerdo. Para él, la sociedad que presenta su novela está “podrida y desencajada”. No nos hace falta extender demasiado el campo visual para encontrar muchos puntos de verdad en su definición. Se diría que, por ejemplo, nuestro Jaén, aquel lugar “ignoto” que lo recibió en 2005, se parece, se sigue pareciendo, a esa tierra sin nombre ni tiempo en la que alguien busca una embarcación para tratar de encontrar “La isla desconocida”. Quizá somos, en efecto, una isla no solo desconocida sino también menospreciada, olvidada y ninguneada. Un islote que no cuenta con el afecto, soporte, apoyo y empuje de quienes deberían auparlo y hacerlo florecer como merece. Somos, ya lo escribió Saramago, como esa persona que pierde de pronto la visión y que, por extraños avatares, se siente cómoda en el abandono, plácida en el olvido y se ensimisma sin ganas ni fuerzas para luchar. Todos estamos ciegos, decía. Y por estos lares, más todavía. Podemos ver, pero no mirar. Y así nos vapulean sin que sepamos reaccionar. Nosotros no siempre llegamos al lugar donde se nos espera. Quizá no sabemos siquiera hacia donde ir ni qué se espera de nosotros después de tanta desidia por parte de los políticos e, incluso, de una buena parte de quienes deberíamos levantarnos y levantar nuestro Jaén. Cuando alguien, quizá otro Saramago nacido entre olivares, escriba unas “Pequeñas Memorias” de su tierra, de este Jaén nuestro, debería recorrer con el dolor de la incomprensión, con el desánimo de la incompetencia de algunos, con el pesar del menosprecio, las muchas fases por las que hemos ido pasando como tierra en la que la semilla nunca da los frutos deseados y merecidos. ¡Cuánto de actual tienen para nosotros las obras de José Saramago! Seamos sinceros y poco importará, como él dijo, si en algún momento nos arrepentimos. Y si lo hacemos que sea para reconocer que la luz, el viaje, sigue a nuestro alcance y... “por más espesas y negras que estén las nubes sobre nuestras cabezas, el cielo allá arriba estará permanentemente azul”. Ojalá que esa premonición nos sirva y que estemos preparados para ese Jaén inmenso, pletórico, ansioso de futuro que merecemos y soñamos. Como bien afirmó el autor: “los momentos no avisan cuando vienen”, así que ojo avizor, mente abierta y ¡a por todas!

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