Santa lluvia
Se da la paradoja que estos cielos veleidosos han tenido a bien llovernos en tiempo, forma y constancia, cuando ya parecía que se perfilaba la amenazante y pertinaz sequía con sus adversas consecuencias. Aguas benditas, haciendo charcos de más de un día, empapando la noche seca de la tierra, procurando caudal a los ríos y abasteciendo embalses y pantanos. No ha sido necesario en esta sorprendente coyuntura, sacar los santos a la calle en piadosa demanda de lluvias, puesto que la omnímoda divinidad con sus inescrutables designios ha dispuesto que en la semana de su devoción y reconocimiento popular, queden en sus templos, en piadoso recogimiento, para tristeza de creyentes, querientes, y gentes de tradiciones arraigadas. Nunca llueve a gusto de todos, sentencia sabiamente el refranero español. Y es ahora el momento, y no después ante la necesidad, en el contexto favorable que ofrece esta milagrosa regalía, cuando políticos, asesores y técnicos deberían ponerse a estudiar, planificar y escrutar los recursos o carencias hidrográficas de que disponemos, en aras a paliar en lo posible, penurias venideras. Y dejemos a los santos tranquilos, en su gravosa y digna santidad.