Revisiones

    16 abr 2023 / 09:00 H.
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    Hace unas semanas, acudí al especialista debido a ciertos desórdenes en mi rutina que obedecían a la presencia de algún ser con el que he estado conviviendo últimamente en mi hogar. Una mañana coincidimos en el pasillo, de buen aspecto, algo corto de estatura y rostro curtido. De la impresión mutua, solo acertamos a darnos los buenos días. Hechas todas las exploraciones, mi médico aseguró una buena dosis de medicación diaria con la que aquel extraño inquilino iría desapareciendo de mis tribulaciones. Sin embargo, desde que empecé el tratamiento, no uno sino cinco pequeños compañeros conviven conmigo. Además, se turnan a diario para despertarme dulcemente a las seis y ofrecerme la grajea acompañada de un zumo recién exprimido. Al llegar a casa, me encuentro el correo en la entrada, la comida crepitando en el fogón a la justa temperatura y la novela preparada en la página donde me quedé vencido la noche anterior. Me conocen bien. Sin ir más lejos, ayer los sorprendí colocando en el florero un narciso, una amapola y un lirio bien combinados para agitar mi melancolía política y conseguir, sí, de manera definitiva que en la próxima revisión le diga al doctor que, como era de esperar, todo se ha esfumado adecuadamente de mi cabeza.

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