Resucitar las democracias

26 mar 2019 / 17:49 H.

E l best seller del pasado año, “Cómo mueren las democracias”, cuyos autores son dos politólogos de Harvard, nos advierte de los peligros actuales de democracias que creíamos suficientemente asentadas como la norteamericana o las democracias europeas. Los riesgos se han visto acrecentados tras la victoria de líderes antidemócratas como Trump, Bolsonaro o Salvini, entre otros. En el siglo pasado, normalmente las democracias morían siempre por la fuerza de militares y grupos sublevados, que utilizaban la fuerza para echar del gobierno a presidentes elegidos democráticamente, para hacerse ellos con el poder. Lo vimos en el Chile con Pinochet, pero también en la Venezuela de Chávez y en otros tantos países de América Latina, África o Asia. También son dignos de mencionar los casos de Mussolini en Italia o Hitler en Alemania. En todos los casos, estos nefastos líderes totalitarios llegaron al poder, sin que los gobiernos de sus países advirtieran entonces, los peligros de semejantes personajes. Por desgracia en estos últimos años, estamos asistiendo, como nos analizan muy bien Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, a episodios muy graves en muchos países, que debían alertarnos a los demócratas para actuar y reaccionar contra comportamientos, que pueden acabar con el único sistema de gobierno que se ha demostrado válido para poder vivir en paz y con altas dosis de libertad, igualdad y bienestar. Todas las democracias, según ellos, cuentan con demagogos en potencia y extremistas, a los que hay que identificar y aislar. Esta responsabilidad debería ser sobre todo de los partidos políticos democráticos, que son los auténticos guardianes de la democracia. Como señales de alarma que tendríamos que tener en cuenta para advertir comportamientos autoritarios que ponen en riesgo nuestras democracias, se destacan el rechazo de estos nuevos líderes a las reglas del juego democrático. Rechazan, por ejemplo, la Constitución o expresan su voluntad de no acatarla, e intentan socavar la legitimidad de las elecciones. Otro rasgo a tener en cuenta, para identificar a estos populistas enemigos de nuestra democracia, es que niegan la legitimidad de sus adversarios políticos y les acusan, al mismo tiempo, de ser una amenaza para el propio orden constitucional. También se caracterizan por tolerar y fomentar la violencia, incluso promueven conflictos de convivencia ciudadana, por ejemplo, agitando fantasmas y enfrentamientos contra la población extranjera. Les gusta también utilizar un discurso frentista y tienen predisposición a restringir libertades civiles, incluidos los medios de comunicación. Analizando algunos de estos rasgos, ¿verdad que algunos de ustedes, reconocen algunos líderes en nuestro país que responden a estos comportamientos? Los demócratas y los partidos prodemocráticos, deberíamos actuar para evitar estos extremismos y estas derivas, que ya conocemos históricamente hacia donde nos conducen. Como de sabios es no repetir dos veces los mismos errores históricos, se debería no caer en la tentación de dar espacio y designar a estos extremistas en cargos de responsabilidad. Como hemos visto en Francia o Alemania, sería bueno no caer en la tentación de alinearse con los extremistas para ganar votos o formar gobiernos, porque estas alianzas pueden tener consecuencias devastadoras para nuestra democracia a largo plazo.