Restauración, Regeneracionismo o Revolución

11 ene 2016 / 09:34 H.

Al flâneûr le gusta pasear, caminar, conversar, escuchar y mirar. Pero también disfrutar de una buena conversación. Basado en el aforismo “Quemad viejos leños, bebed viejos vinos, leed viejos libros y tened viejos amigos”, de Alfonso X el Sabio, Casinos Ansens dijo en 1925 que “no hay mejor reunión que la que se hace con viejos amigos, sentados alrededor de viejos leños, contándose viejas historias, escanciados viejos vinos”. Y así fue la reunión con unos amigos recientemente. Fue el comentario de uno de los comensales, instalado él ya en esa edad en la que se disfruta “viéndolas venir, viéndolas llegar y viéndolas pasar”.

Hablamos del mapa político tras las elecciones y algunas de las propuestas que se escuchan en el galimatías de los pactos. Todas ya han sido experimentadas en los dos últimos siglos: “Restauracionismo, Regeneracionismo y Revolución”. Habría que recordar los versos de Machado: “Creí mi hogar apagado, revolví la ceniza. Me quemé la mano”. Cuidado con quienes braman por revoluciones al nuevo uso, creyendo ya el hogar apagado.

En las últimas décadas del siglo XIX, Cánovas trajo el Restauracionismo, basado en el bipartidismo, incapaz de solucionar los problemas de un país, hecho finca de una oligarquía de políticos depredadores.

Hastiado y avergonzado, tirada su honra por los suelos y con hambre viva, España escuchó una nueva propuesta, Regeneracionismo, con Joaquín Costa: “Escuela, despensa y doble llave al sepulcro del Cid”. A ello ayudó “El Ideario Español” de Ganivet. Poco caso le hicieron.

Y se buscó otra solución, la II República, traída por El Pacto de San Sebastián y a la que no dejaron crecer intereses extranjeros, deviniendo en Revolución, con una guerra, posguerra y larga Dictadura....

Ahora convendría saber si quienes buscan la Restauración del sistema bipartidista, PP y PSOE, estarían dispuestos a traer una Restauración sobre las bases de listas abiertas, de limpieza ética en sus partidos, de sangre nueva. Y si estarían dispuestos a dejar entrar en sus gabinetes, salga el que salga, a gentes que saben de qué va este país, a técnicos que sean ministros y ejecutores, que no asesores.

A quienes apuestan por el Regeneracionismo, como Ciudadanos, incluso algún grupo de Podemos, habría que ver si están dispuestos a un gobierno de coalición en el que, durante unos años, este país vuelva a tener confianza en sus políticos, vuelvan a ilusionar a los jóvenes y hagan que suba el porcentaje de votantes.

Y a quienes braman por la revolución, en sus múltiples fórmulas, desde la insumisión fiscal hasta el grito callejero, habría que pedirles que profundicen en el verdadero sentido de la revolución que necesita España, que no es otra que la que nace de la regeneración de la que hablaba anteriormente. La revolución con apellidos es muy peligrosa.

Y todos ellos, estando ya la casa sosegada, deberán acometer los grandes Pactos de Estado que este país pide a gritos, abordar, sin histrionismos de un lado y otro, el tema de Cataluña. Es la hora de los acuerdos y sobre ellos pactar. Así se le devolvería la confianza al pueblo. Los partidos que logren pactar, sin tener que llegar al escandaloso gasto de unas nuevas elecciones, debieran hacer esos grandes pactos de Estado que España pide, quiere y aplaudirá para seguir creyendo en sus políticos. De lo contrario, ni Restauración, ni Regeneracionismo. Estaremos sembrando vientos de tempestades peligrosas.