Respeto por feria
Que llega la feria, señoras y señores. Que San Lucas nos pisa los talones y que un año más inundaremos el recinto ferial con ganas de fiesta y de dejar en el cajón del olvido la subida de precios, la escasez de bolsillo y todo aquello que durante los últimos meses se convirtió en tema central de conversación alrededor de unas cañas bien fresquitas. Pero, como siempre, donde hay aglomeración, donde el alcohol corre por todos lados y donde las cabezas maquinan más que para llegar a fin de mes, nos vemos en la obligación de pedir y exigir respeto. Sí, lo sé, me dirán pesada, pero no queda otra. Todos los años son numerosísimas las denuncias por abuso a chicas, más las que por vergüenza callen (que eso es otra que deberíamos de tratar con profundidad: el silencio por la revictimización). Ojalá podamos vivir este año una feria de San Lucas con gafas violeta, donde todas las mujeres hagan lo que quieran, como llevan haciendo siempre los hombres, con el respeto hacia los demás, eso siempre. Porque una, dos o tres copas de más no te dan permiso para nada. Porque la euforia se acaba cuando se dice no o para. Porque todo es muy sencillo, respeto hacia las personas con independencia de lo que tengan entre las piernas; pero en el caso de las mujeres, es necesario recalcarlo. Nuestros cuerpos son nuestros y no productos al gusto del consumidor.