Relatos para no dormir

    06 oct 2019 / 11:19 H.

    Un relato, en aquellos tiempos en que necesitábamos oír de boca de alguien muy querido una historia para poder dormir, era sencillamente un cuento. Una fabulilla con moraleja que nos hacía entrar en la tierra de los sueños con plácida tranquilidad.

    Hoy se diría que la palabra relato tiene otro significado y todo ello gracias a esa clase política que es capaz de sorprendernos cada vez con una pizca más de incapacidad, quilos de ineptitud y cuarto y mitad de torpeza e impericia.

    El relato ha pasado a ser el hilo conductor al que agarrarse para justificarse ante la sociedad. El andamio sobre el que sustentar las no siempre aceptables, acertadas y justas decisiones que suelen sacarse de esa manga que les financiamos. Hay que ganar el relato, se dice en reuniones, tertulias, coloquios y secretos círculos en los que tratar de reconducir opiniones y doblegar convencimientos.

    Y así, como en aquella vieja sentencia periodística en la que se afirmaba que la realidad nunca debe estropear un buen reportaje, los políticos se lanzan a adornar, manipular y dar la vuelta a sus acciones, a sus principios, maniobrando con celo para que todo cuadre en la estrategia de convencer al votante.

    Si estás decidido a hacer creer que tu movimiento independentista es un compendio de dulzura, paz y alegre camaradería no importa que las fuerzas y cuerpos de seguridad hallen un pequeño arsenal con explosivos a punto de ser montados y utilizados. Por el contrario, has de mantenerte en el relato y no solo negar la mayor sino pasar el amargo trago echando culpas a la policía salvando, aplaudiendo y ensalzando a los presuntos fanáticos saboteadores. Si además se descubre que tú mismo, como cabeza del gobierno autonómico, estabas al tanto e incluso habías manifestado presuntamente intención de colaborar, pues nada, un lacito, unos aplausos, una carta de protesta por la actuación policial y a otra cosa.

    Si estás decidido a hacer creer que tu partido es el genuino representante de las clases más desfavorecidas pero has caído en las garras de la sociedad capitalista de forma descarada, chalé incluido, pues echamos mano del relato de nuevo y se pide a los fieles seguidores que, con la nariz tapada, manifiesten que no pasa nada. Gana el relato de nuevo. Y si hay que demostrar que las nuevas elecciones se deben al otro y solo al otro, pues nada, expliquemos cómo y por qué rechazamos tres ministerios y una vicepresidencia impuesta antes de cualquier otra discusión. El relato se impone. Ya no importa cómo son las cosas sino “cómo se relatan”, es decir, cómo se presentan ante los demás. Lástima que los relatos hayan dejado de ser aquellos cuentos inocentes con los que irse a dormir plácidamente.