Reflexionemos nuestro voto

10 dic 2015 / 11:31 H.

Se acerca el día en que tendremos que depositar nuestro voto para elegir nuestros representante en el Congreso y en el Senado. Pero esta vez hay cuatro partidos con capacidad de alcanzar una alta representación, dos que ya sabemos su forma de actuar una vez que llegan al gobierno y otros dos que conocemos tan solo sus palabras e ideas. Pero al final vuelve a ver dos ideologías, la derecha y la izquierda, representadas por dos partidos cada uno con algún matiz diferenciador. Por eso, tenemos que reflexionar con más intensidad que otras veces a quien vamos a dar nuestro voto. Tenemos que decidir si queremos seguir y profundizar en una política económica y de relaciones laborales liberal, donde se impone el más pudiente, se busca el máximo beneficio de estos, aceptando la desigualdad como un problema menor y motor del crecimiento. La alternativa es votar a la izquierda o a los social demócratas, con los que parte de los beneficios de los mas pudientes quedan corregido a favor de los más necesitados, mediante un mayor nivel de impuestos, prestaciones sociales o unas normas que protejan a los trabajadores. No es verdad que la gestión de la derecha sea mejor que la de la izquierda. La derecha persigue que sus representados paguen el mínimo de impuestos y obtengan el máximo beneficio, para eso debe existir un sistema de bienestar escuálido, donde el que recibe una prestación siempre está bajo sospecha, si eres trabajador el salario debe ser lo mínimo que se pueda o aceptes, lo que dicte el mercado. Lo idóneo es que no existiera el salario mínimo. La izquierda tiene fama de derrochar los ingresos de los más favorecidos, con ayudas a los más necesitados, creaciones de empresas públicas en las que no se persigue la rentabilidad sino la atención y crear normas sociales que merman el crecimiento nacional porque recortan el beneficio de los pudientes. No se debe comparar la gestión económica de Zapatero y de Rajoy, uno vivió el tsunami de la burbuja inmobiliaria y el otro alcanzó el poder cuando lo peor había pasado. Podía haber reconstruido el destrozo producido siguiendo diferentes caminos y eligió el actual, no era el único sino el que más le interesaba a su ideología.