Recuerdos de la casta

15 jul 2021 / 14:38 H.
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C on la fagocitación de Ciudadanos por el PP y la caída de Unidas Podemos a los habituales números de intención de voto de IU, a su vez controlada por un PCE en el que se aferran en sus sillones los dinosaurios de siempre, el escenario se parece a lo que conocíamos hasta hace pocos años. El espacio de Unidas Podemos se ha reducido y, lo que se configuró como esperanza de la izquierda, se ha convertido en otra escombrera donde medran las élites y los mediocres. Ahí queda la grisura de personajes de baja intensidad como Alberto Garzón, que entró en ese proyecto tras los sibilinos pactos de 2016, en los que se coaligaban IU y Podemos, y que no olvidemos que no sumó, sino que simplemente instauró su inclusión en las listas. La peor decisión de Pablo Iglesias, que a la larga le ha pasado factura. Garzón dio varios bandazos estratégicos desde 2015, incluso llegó a no apoyar públicamente algunas candidaturas de su partido, y ahora completará su legislatura como ministro, por imposición del vetusto PCE, mandato de IU y acuerdo de Unidas Podemos con el PSOE. Pero por ahí seguirá, no os preocupéis, ocupando un sillón u otro, del ministerio a diputado o adonde haga falta, y quién sabe cuántos cargos, carguillos y carguchos, todos bien remunerados, claro. Es joven y posee recorrido. Sabrá sortear a buen seguro los problemas con ardides y mañas astutamente adquiridas desde sus años malagueños y la UJCE. Recordemos que Garzón ya lleva diez años en el Congreso.

Llama la atención, por otra parte, que Unidas Podemos designe a Lilith Verstrynge como Secretaria de Organización, un puesto clave que, como pocos en política, tiene que ver con los tejemanejes internos, las componendas intestinas, y las intrigas. Unidas Podemos es la organización que se presentó en 2014 a sí misma como “anticasta”, para luego encajar a un matrimonio en el consejo de ministros. De casta le viene al galgo, sí señor, pues no hay apellido en España más contradictorio ideológicamente que el de Verstrynge. El padre, como es sabido, se erigió desde el neofascismo en delfín de Manuel Fraga, si bien con los años acabaron distanciándose. Tampoco encajó en Podemos, al que pertenece desde su fundación: sus simpatías con el Frente Nacional de Marine Le Pen le forzaron a hacerse a un lado. Su evolución, sin lugar a dudas, levanta todas las sospechas posibles, y su figura oportunista y populista inspiran muy poca, por no decir ninguna, confianza. Me dirán ustedes, con toda la razón del mundo, que esta mujer no tiene culpa de ser hija de quien es, y es verdad. No lo voy a negar, ya que nadie tiene responsabilidad de ser hijo de quien es. Mientras que en el feudalismo, al caer uno en desgracia, caía todo el linaje, con la Modernidad y el individualismo se diferencian bien los padres de los hijos, y se separan convenientemente sus responsabilidades. De acuerdo. Yo solo quiero recordar que uno de los discursos de renovación de Podemos, desde que nació, fue presentarse como partido anticasta, y me gustaría a mí en este momento preguntar qué significa eso en el marco de las relaciones paternofiliales, si hay alguna similitud, o es simple coincidencia. Las mismas élites, los mismos niños pijos, hijos de papá, la misma casta que nos recuerda de algún modo a la célebre frase de El Gatopardo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

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