Recorta, que es cortar lo ya cortado

25 feb 2018 / 11:15 H.

No hay vuelta atrás, lo que hay es una involución, para qué andarnos con palabritas huecas, que ya nada es como antes, es peor. Todo se recorta, desde lo material por más sublime que parezca, las pensiones, pongamos por caso, hasta lo inmaterial, que ni podemos representarnos como Cristo crucificado, válganos Dios, porque por el uso del moderno photoshop nos clavan 500 euros y el capillismo patrio entusiasta aplaude de igual forma que peca cuando le place. El “señor Jota” lo tiene clarísimo: Estamos en un mundo de ingentes deberes ciudadanos y nulos derechos mundanos, nos venden insistentemente que caminamos hacia el caos y el desorden para recortar, que es cortar lo ya cortado. Y tan contentos de que miren por nosotros cuando es todo lo contrario, solo miran su bien, el bien particular y, si acaso, el bien partidario. Todo debería estar permitido, que no nos engañen.

“Todo en la vida es peligroso, y de no serlo, no valdría la pena vivir”, lo escribía Óscar Wilde, poeta universal, y ciertamente que la educación y el respeto a los demás es consustancial a la condición humana, pero nada más, ni una monserga más, ni un derecho menos, grita exhausto el “señor Jota” de tanta desazón libertaria en los tiempos que vivimos, y no es una frase hecha: Secuestro de un libro por un párrafo que no le gusta a alguien, retirada de unos cuadros por unas fotos que critican una decisión judicial... La España camisa blanca de mi esperanza transita irremediablemente de la mano del sectarismo hacia el abismo de la intolerancia, arrincona libertades, empequeñece derechos y, también, cómo no, señala al discrepante frente al tieso y nada ejemplarizante gobernante. El “señor Jota” capea temporales de culturetas que solo escriben al abrigo de la subvención (y por tanto, al dictado del estómago caliente), se inhibe frente a los dardos venenosos de quienes teniendo el Poder solo lo usan contra quienes piensan diferente (y por tanto, no adulan al incompetente) pero se queda petrificado cuando se ataca a la savia de la democracia, la libertad de expresión. Haro Tecglen, periodista ya fallecido y convencido hombre de izquierdas, dijo una vez en Jaén: “Pienso que la libertad de Prensa no debe ser cosa de los periodistas, sino de quienes la reciben. Si al mismo tiempo hubiera un conocimiento, unas escuelas que preparen al ciudadanito, sería ideal”. Uf, qué frase... Volvemos irremediablemente hacia el humano salvaje, cuando el sapiens nos permitía hacer de la moderación ejemplo de nobleza; cuanta más pelea, mejor para las élites, no se les miran sus defectos, no se les aprecian sus bolsillos. “Donde no hay Justicia es un peligro tener razón”, diagnosticaba en sus tiempos el genial Quevedo, que es como decir ahora, mejor no te metas en líos, déjate llevar dócil y paniaguado por la corriente y así, tú y tus hijos seréis hábilmente premiados por el aparato en despachos funcionariales donde luego platicar esas cosas de las libertades y los derechos; solo platicar, el ejercicio es lo de menos.