Reciclar o tirar

Es inaudita, o escandalosa, la cantidad de basura que genera el ser humano. Que generamos entre todos, y que cada uno se evalúe a sí mismo. Bien por efecto del consumismo desaforado o del materialismo imperante o quizá como efecto de la modernidad, ya no se arregla nada ni se reutiliza nada. Los electrodomésticos son finitos, la ropa no puede durar más de una temporada, y, ¿qué es una temporada? Tiramos la comida, el pan y la sal. Los regalos se multiplican y pierden, o ya han perdido, a fuerza de no valorar la intención con la que se hacen, el sentido de ser un obsequio hecho con afecto. Lastimosamente, los niños en general, víctimas no lo olvidemos, no escapan a esta falta de valor en las acciones y en las cosas. Pero ojo, no se puede obviar: no todo el mundo y no en todos los mundos. Ahí está la sociedad pobre, o los países pobres, como se suele decir, que no pueden acceder a la lujuria consumista de tantos lugares. Mientras tanto, los basureros crecen y los rincones de nuestro planeta se llenan de nuestros desechos. Al tiempo, nuestros corazones se vacían de humanidad. Parece que el actual concepto de reciclaje puede reorientar y recolar un camino muy mal trazado. Ojalá.