Rapa, la flor del olivo
El dicho popular da en la diana del acierto. No te acostarás sin saber una cosa más. Ya sé que no voy a descubrir nada nuevo ni del otro jueves, pues para eso esta palabra la registra el Diccionario de la RAE. La rapa, amigos míos, es la flor del olivo, ese olivo que ahora estresado por falta de la dichosa lluvia, que se ha negado a regar, como Dios manda, nuestros legendarios, bíblicos y poetas olivos. A este paso, todos calvos, digo, totalmente arruinados. Es una tragedia, más dura que “Electra”, una tragedia de Eurípides y valga la justificada redundancia, que la provincia de Jaén se vea abocada a la ruina provocada por el maldito cambio climático. Me dicen que este año no abrirán muchas almazaras, ya que la cosecha del olivar será menos que mediana. Y lo peor del caso, es que si no llueve como debe ser, la cosecha del año que viene será nula. Que Dios nos coja confesados, pues el panograma, como dice el castizo del lugar, será para ponerse una venda en los ojos y hacerle un quiebro a la dura realidad. Volviendo al principio de esta retahíla literaria, que la rapa le da nombre a la pequeñita flor del olivo, este paternal árbol que está haciendo añicos la esperanza de Jaén. Y es que Jaén, sin aceitunas, es como apaga el candil y vámonos.