¿Quiénes son los Reyes?
La magia que emanaba de la llegada de los Reyes Magos hace tiempo que se difuminó. Pocos son los niños que hoy en día no saben que los Reyes son los padres, sobre todo las hijas de Felipe VI. Ya se sabe que no solo los Reyes son los padres sino que también lo son los abuelos y otros familiares. Los niños de mi generación lo supimos demasiado pronto, tanto que yo mismo me vi obligado a saber que los Reyes eran yo mismo. Nunca olvidaré que el juguete que en mi niñez más ansiaba era un cine Nic, que cada día admiraba embobado en los escaparates de Martínez Rücker, un establecimiento situado al principio de la Carrera. Costaba 42 pesetas y, perra a gorda a perra gorda, fui juntando hasta podérmelo comprar yo mismo. Nunca disfruté igual, porque yo aprendí a fabricar las películas dibujando los monigotes sobre una cinta de papel machado de aceite y que luego proyectaba en mi casa para que las vieran los chiquillos de mi calle. A pesar de saber la verdad, nunca perdí del todo esa magia, esa ilusión, que vi reflejada en mis hijos y en mis nietos. Tuve una vida bastante ligada a esta tradición, porque dibujé ropa para pajes y realicé alguna cabalgata del Ayuntamiento, amén de diseñar las ropas de las Reyes Magos de Tejidos Gangas que, durante varios años, colmaron la ilusión de centenares de niños, un ropaje muy elaborado, confeccionado por la modista doña Elena, esposa de José Fernández, director de Tejidos Gangas. Precisamente mis compañeros escaparatistas Esteban Pegalajar y Manolo Castillo —fallecido muy joven— fuimos quienes estrenamos aquellos ropajes cuyos postizos de pelucas y barbas se hicieron en la peluquería Molina. Las sensaciones que pude vivir bajo aquel disfraz de Melchor fueron inolvidables. Deseo de corazón que quienes vistieron antes estos ropajes y los visten en la actualidad hayan sentido momentos tan gratificantes como los que a mí me marcaron. Francisco Latorre, Tomás Membrado y José Boyano fueron los felices mortales que este año dieron vida a los Magos de Oriente, en la cabalgata de Jaén. Los tres deben estar orgullosos y muy felices de haber tenido esa oportunidad de vivir de cerca las sonrisas inocentes y sinceras de miles de niños. Una experiencia que no deben olvidar nunca y que tienen que mantener siempre para que puedan continuar y hacer felices a chicos y grandes.