¡Que viene el coco!

    30 ago 2020 / 11:03 H.
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    Coco y cole. Dos bisílabas llanas acabadas en vocal. Dos palabras sin tilde y... sin remedio. Las llanas, si recordáis, también se llamaban “graves”. Cole y Coco han pasado a ser, casi, sinónimas. Ambas parecen definir a algo o alguien que nos produce cierta desazón o inquietud, cuando no directamente miedo. La vuelta al cole se acerca inexorablemente. Apenas horas nos separan del crujido destemplado de las bisagras de portones y verjas de recintos escolares que, por esta vez, han tenido más tiempo de descanso del bullicio de la chiquillería gracias al tercer personaje en liza: el virus. Él también tiene nombre propio: Covid. Otra bisílaba grave. ¡Y tanto! El baile está a punto de comenzar. Los políticos del ramo, inasequibles a la más dulce de las inutilidades, se esmeran en presentar con meses de desfase y olvido unos protocolos que se dirían diseñados por gentes que nunca hayan pisado un aula tras su antañona etapa infanto-juvenil. Olvidan que la inmensa mayoría de centros han ido viendo recortados sus espacios complementarios para alimentar la vorágine de alumnos y alumnas que los desborda. Se dijo adiós a laboratorios, salones y otras dependencias para instalar en ellas más y más pupitres. Se aumentó la ratio y no se contrataron profesores. Pero ahora, oh, milagro, se recuerda que hay que reducir los grupos de niños hasta hacerlos “burbuja”. Nada de veintimuchos. Unas comunidades quieren 20 alumnos. Otras entre 12 y 15. Otro Coco... diecisiete métodos distintos de actuación sin una verdadera pauta común que coordine y marque un guión a seguir. Los padres observan el calendario con suma preocupación. Más allá de la zozobra por la salud de sus retoños se vislumbra la preocupación por su propio trabajo y la imposibilidad de disponer de tiempo para atender a los chavales que no puedan ir a clase. Y los niños, según su rango de edad, se preguntan cómo, con quién y cuándo podrán reunirse de nuevo, mascarilla en ristre, con su “seño” y con sus amigos de siempre. ¿Irán en fila al baño? ¿Solos? ¿El pasillo tendrá dos direcciones? ¿Tendrán que usar el gel “matavirus” cuando el rotu rojo se lo presten al de la mesa de atrás? ¿Cómo se lavarán las manos toda la clase? ¿El tiempo de aireación del aula interferirá el trabajo? ¿Habrá un “pistolero” termómetro en mano, esperándoles a la entrada para ver si tienen fiebre? ¿Y si así fuera y sus padres están trabajando? El Coco, el cole, está acercándose. ¿Qué pasará cuando se cierren las puertas de las aulas con nuestros hijos dentro? ¿Qué pasará con los maestros? ¿Cuántos PCR hay dispuestos junto a los libros, cuadernos, geles y mascarillas? La improvisación política con que se ha tratado el tema es clamorosa. ¿Qué nos esperará?

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