Que por los jiennenses no sea

06 ago 2023 / 09:00 H.
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Alberto Núñez Feijóo, la noche electoral del 23-J en el balcón de la sede del PP en la madrileña calle Génova, parecía el aristócrata protagonista de aquel memorable relato de Marcel Proust. El hombre entraba en una fiesta del remoto París brillante, versallesco y con guantes, y un mayordomo le advirtió: “Señor, su padre acaba de morir”. “Recuérdemelo al final de la fiesta”, respondió el aristócrata. Y los dirigentes populares bailaban y bailaban con gesto de perpleja alegría, Cuca Gamarra desde detrás de una mueca extraña, y sólo unas horas después, desde su atalaya radiofónica, Federico Jiménez Losantos exclamaba indignado y en su tono habitual: “¿Pero qué bailabais, payasos?”. Feijóo, de todos modos, no tuvo que soportar una portada con un titular como el que se encontró Javier Arenas tras los comicios andaluces de 2011: “Mayoría relativa, fracaso absoluto”. Feijóo ha conseguido unir al PP, formación que se desmembraba después del terrible enfrentamiento político de febrero de 2022 entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso. Pero no ha dado ni con la estrategia ni con una forma eficaz de actuar ante Vox. Desde el balcón de Génova en la fatal noche electoral le faltó decir lo de aquel líder revolucionario que recuerda Fernando Savater: “Cuando llegué al poder, nuestro país estaba al borde del abismo. Pero ahora, gracias a mí, hemos dado un gran paso hacia adelante”. Feijóo resiste a duras penas pero en la mesa de su despacho no tiene un manual de resistencia como Pedro Sánchez. Los dirigentes del PP lo apoyan públicamente, desde Ayuso (la lideresa que aguarda afiladamente su momento a la sombra de Miguel Ángel Rodríguez) a Carlos Mazón. Que ha dicho: “No hay un debate sobre Feijóo en el PP. Toca defender a España y él es el mejor para hacerlo”. Pero resulta inevitable que las circunstancias desprendan cierta inquietante música de la defensa que desde la dirigencia del Madrid se hizo de Zidane en la primavera de 2021 hasta la llegada de Ancelotti. Feijóo se autoinvistió presidente cuando tuvo la convicción de que había ganado el debate cara a cara en Atresmedia a Sánchez, pero, en realidad, lo que había logrado, con ese y otros movimientos, era la movilización de la izquierda. El líder popular, desde entonces, actuó como si ya estuviera en La Moncloa. Aseguró que la primera medida de su Consejo de Ministros consistiría en cesar a José Félix Tezanos al frente del CIS. Pero a Feijóo le bailan los datos. Como a Tezanos. Le ocurrió con la subida de las pensiones en TVE frente a la periodista Silvia Intxaurrondo. O en un mitin en Galicia, casi al final de campaña, cuando afirmó: “Vengo desde esa Huelva bañada por el Mediterráneo”. Porque ni a Huelva la baña el Mediterráneo ni venía de ahí, sino de Málaga. Y la gobernabilidad de España ha quedado en manos de Carles Puigdemont. Dijo Ortega: “Cada nacionalismo tiene su panoplia de ideas y creencias”. Puigdemont padece un fuerte lío de ideas, aunque está firmemente asentado en sus creencias. En Waterloo, donde se encuentra exilado, huido o de vacaciones, vaya usted a saber, ha recuperado ahora todos los focos que se fueron apagando desde octubre de 2017 hasta dejarlo prácticamente a oscuras. En manos de ese tipo que no cree en España ha quedado la futura gobernabilidad de España. Lo ha dicho en una entrevista la cantante argentina Lali Espósito: “Cuando me siento abrumada pienso en Messi ”. Pensemos, pues, en Messi.

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