¡Qué bien está la teoría!
En muchas ocasiones escuchamos y leemos que los niños tienen que llegar al colegio educados de casa, es decir, educados por su familia. ¿De qué casa y de qué familia estamos hablando? Lo ideal sería que, como mínimo, la naturaleza nos dotara al nacer de sentido común y de unos valores básicos para inculcárselos a nuestros hijos; pero es evidente que no es así. No todos los niños vienen al mundo en un espacio físico adecuado, ni tienen unos padres capaces de hacerse responsables de su educación. Es por eso por lo que no estoy en absoluto de acuerdo en que los centros educativos están para enseñar. Están para instruir, pero también para educar. Es más, cuando eres tutor, en mi caso tutora, de un grupo de alumnos, se da el caso de que eres tutora del alumno y consejera/orientadora de los padres. Y ya, rizando el rizo, si las perspectivas de progresar con los padres se van quedando en el intento, llegas a hacerte responsable de sus resultados, hasta el punto de que te buscan para informarte de las notas que obtienen en los exámenes. Todos los padres tenemos deficiencias, pero, ¡oh casualidad!, los resultados de los niños varían mucho según el dónde. Para todo hay que tener suerte en la vida.