Publicidad personalizada

    28 ene 2022 / 16:42 H.
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    Hace unos días dedicaba mi tiempo libre a navegar por internet, saltando de web en web en busca del mejor precio posible para comprar algún que otro artículo que ya tenía elegido de antemano para el día de Reyes. Como es de suponer, cada vez que intentaba entrar en una web lo primero que aparecía era el consabido recordatorio de que para mejorar mi búsqueda y hacer mucho más confortable mi vida cibernética tenía que aceptar las inevitables “cookies”. Por supuesto me indicaban, que, para hacer funcionar dicha web, los anuncios eran imprescindibles y por tanto ellos mismos y algunas otras compañías afines podrían instalar esos programas en mi ordenador para acceder a información no sensible y poder enviarme anuncios que ellos considerasen relevantes y de contenido personalizado. Es necesario hacer un ejercicio casi suicida de credulidad para confiar en que “solo accederán a información no sensible” una vez que tengan instaladas las cookies dentro de nuestro sistema y además permitir que investiguen de forma sistemática todos los sitios donde vas a entrar en adelante, localicen el lugar en el que te encuentras, si utilizas o no tu teléfono y así analicen y conozcan cuáles son tus intereses en todo momento. Con ello podrían, por ejemplo, si se te ocurre buscar un restaurante, ofrecerte cualquier otro en el que ellos tengan interés e influir de manera relevante en tus procesos de selección y elección. Y no hay manera de escapar a este control porque no puedes negarte a aceptar dicho peaje ya que en ese caso rehusarían darte ninguna otra información ni facilidad. En definitiva, que tienes que entrar por el aro y aceptar que te instalen un programa espía. Y después de ese paso comienza el calvario de los anuncios “personalizados” cada vez que inicias de nuevo el ordenador, pues te llegan una y otra vez anuncios de artículos que nunca se te hubiera ocurrido buscar, porque han analizado tus interacciones y te han segmentado. Que gran idea la publicidad segmentada en función de tus datos personales, edad, lugar de residencia o geolocalización temporal, ese martilleo continuo que has de padecer por culpa de las famosas cookies que deberían ser suprimidas por ley, pero esa historia acabaría con el negocio de las multinacionales de la información y eso no es posible a día de hoy, sino que antes al contrario interesa saber la vida y milagros de todos para mejor manejar la sociedad por medio de la tecnología.

    Hay aplicaciones especialmente indiscretas en las que muchos dan indicaciones de su propia vida, de sus preferencias, de su aspecto físico, de sus anhelos, de sus glorias y de sus miserias. Esos datos son acumulativos y al cabo de un tiempo resulta que ese Gran Hermano sabe mucho más de ti que tú mismo y maneja los hilos informativos de forma automática de tal modo que solo ves aquello que a ellos les interesa, porque no solo analizan tus preferencias sino las de tus amigos reales o virtuales para establecer relaciones sobre tus supuestos intereses. Si reparas en aquello que se te muestra de manera digamos que espontánea llegas a la conclusión que poco o nada te importa dicha información, pero ya te has convertido en un “zombie cibernético” y acudes una y otra vez cada día a ver si alguien se ha acordado de ti y te ha mencionado en algún lugar. Has llegado a ser un autómata y en adelante sólo verás por los ojos del Gran Hermano, al que de forma inconsciente has cedido gran parte de tu vida privada. Si quieres buscar un modelo de lavadora, automóvil o cachivache cualquiera comprarás aquel que te muestren ellos y en el sitio que ellos se encarguen de sugerirte. Y aquí viene la consecuencia final de este negocio de los datos y la información en el que tú eres un incauto y ellos los señores del dinero, porque has de saber que el mundo se mueve por el interés y el dinero, esa una realidad cierta e inevitable. El refrán “tanto tienes, tanto vales” es hoy en día un paradigma que resume el criterio en que se basa el modelo de relaciones entre los diferentes individuos, clases sociales, pueblos, organizaciones, empresas, naciones y grupos de poder global. Ese criterio esencialmente monetarista que segmenta al conjunto de la población mundial y profundiza la desigualdad entre los diferentes pueblos es la mayor tara a la que ha de enfrentarse la humanidad hoy en día para conseguir una sociedad más justa y sobre todo más capaz de sobrevivir en este planeta.

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