Propósitos
Este año no he escrito propósitos, no acepto metas, solo pido caminos para mis pies. Para que anden con los cordones sueltos, para que bailen en una vía del tren convertida en un pentagrama vertical, para que descansen en relatos leídos con alfombras en Estambul o con lagos en Wisconsin. Me recuerdo de adolescente como mis pies con calcetines de colores andaban por la pared mientras hablaba por el teléfono inalámbrico sin imaginar entonces que años después viajaría por mapas deformes y paisajes humanos. Me pongo de puntillas en este 2019, año en el que espero dar saltos en la bicicleta camino al trabajo y perderme en kilómetros y bucear en esa niebla que a veces viste los días de blanco y negro. Quiero subir con una escalera de madera a la última cornisa de un rascacielos extranjero y que mis pies pisen las nubes y que bailen el vértigo. Y meterme en charcos y salir de ellos y volver a meterme. También quiero pisar un globo y explotar de risa y pisar hojas y hojas de otoño para acercar la primavera. Y cruzar puentes que unen realidades unas para taconear y otras para patalear. Ahora espero en un escalón de madera o de piedra relatos que escribir sobre este mundo que todos los humanos inventamos cada día cómo vivir.