Procesiones o playa

10 abr 2019 / 11:11 H.

En cuatro días dará comienzo la Semana Santa en Jaén. Un tiempo cargado de connotaciones diversas y variadas, para que cada cual elija la que más se adapta a su manera de entenderla. Evidentemente, el aspecto religioso sigue siendo el más predominante, aún en nuestros días. Pero no cabe duda que esa visión histórica ha evolucionado y la Semana de Pasión se ha convertido, también, en un importante fenómeno sociocultural, turístico y económico de gran importancia para la ciudad. Aspectos, todos ellos, que, si bien no tienen por qué ser excluyentes entre sí, lo cierto es que sigue “tirando” la tradición en Semana Santa. Y así, los eventos religiosos como procesiones, misas, viacrucis y oficios experimentan un gran reclamo de convocatoria. Son muchos los que, pudiendo elegir otro destino, deciden pasar estos días en Jaén, con la intención de participar en sus tradiciones, a pesar de que somos un país donde el laicismo es mayor cada año, y donde ciertos partidos políticos abogan por un menor protagonismo de estos actos.

La motivación puede encontrarse en la emoción de revivir recuerdos heredados de la tradición familiar, o en el gusto por recrearse del arte popular, o en la generosidad de quienes participan de forma activa en sus eventos y, gratuitamente, sin otra remuneración que la satisfacción personal e íntima de cumplir con una especie de obligación moral. Y mientras hay quienes tratan de dilucidar tal misterio, en estos días previos observamos que la ciudad se engalana y prepara, entre chubasco y chubasco, para dar comienzo a todos los actos que le son propios.

Preparativos que se hacen con el rabillo del ojo y mirando hacia el cielo, porque las lluvias que parecen amenazar son temidas para la hostelería y las cofradías, pero deseadas por nuestros campos y quienes se sustentan gracias a ellos. Con razón dice el refrán que “nunca llueve a gusto de todos”. En la generosidad de quienes participan de forma activa en sus eventos y, gratuitamente, sin otra remuneración que la satisfacción personal e íntima de cumplir con una especie de obligación moral.