Por fin no es agosto

05 sep 2019 / 08:48 H.

Sí, aunque parezca mentira ahora toca enfrentarse a los tópicos post-vacacionales, sobre todo a aquellos que tras el descanso han de volver al trabajo diario y cotidiano. Por cierto, aquellos que no saben que volver es tener y que la cotidianidad y la vuelta a la normalidad es el mejor síntoma de salud que tenemos.

El estrés vacacional es el que pone de manifiesto a muchos y muchas que la culpa de todo no la tiene solo el trabajo. Más bien, el no tenerlo. En Jaén se ha cerrado el mes con una triste noticia que todos conocemos, y a la que es imposible sustraerse: La enfermedad se ha llevado a un personaje de esta ciudad. Alfonso Sánchez Herrera nos ha dejado. No podía dejar pasar la ocasión para expresar mi sentir. Nos ha dejado un buen alcalde, un buen vecino y sobre todo lo que mi madre resumiría como “una bellísima persona”, que para mí es el mayor halago que se puede hacer a alguien. El término no está de moda pero encierra lo mejor que se puede llegar a ser. Se ha escrito tanto que poco más puedo añadir, pero quería especialmente utilizar este término para definirlo. Lo traté como alcalde y también como amigo. Ya descansa en paz. Siempre que desaparece alguien de estas características, hasta los partidos políticos se ponen de acuerdo. Sí, se entierra bien. Pero el río baja revuelto, el curso político cobra más fuerza y el ciudadano medio cada día está más confuso y no sabe qué creerse o a quién creerse.

Siempre fui de lo escrito letra a letra o tecla a tecla, y cada vez me confirmo más ante el estruendo vocinglero de muchos medios de comunicación y la frivolidad de las redes mal utilizadas que causan más daño que beneficio. La desinformación se ha hecho dueña del espacio informativo global y nos cuentas verdades y mentiras a medias o interesadas, que viene a ser lo mismo. El descrédito de todo y en todo campa a sus anchas y esto no ocurre por casualidad. Es inquietante no saber realmente a quién o quiénes interesa este caos informativo alimentado por las redes sociales, en los que navegan y transitan bulos en forma de noticias, insultos, descréditos y una cantidad ingente de opiniones de “esta cosa y la contraria”, pero sobre todo ese afán generalizado de desacreditar la política que no es otra cosa que “la ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los Estados”. ¿Nos interesa de verdad cargarnos a la política en un Estado democrático?

En algún sitio nos hemos perdido, pero dialogar, pactar y llegar a acuerdos es imprescindible. La sociedad española quiso terminar con el bipartidismo, queríamos gobiernos plurales. Se pusieron de moda los “cordones sanitarios”. Esto no va bien. Quizás haga falta leer más, conocer más nuestra historia, hablar de lo que se sabe, y si no callar, escuchar con atención y reflexionar profundamente para formarnos una opinión real de las cosas y de las circunstancias que se dan.

Tenemos una democracia participativa y hemos elegido a nuestros representantes para que solucionen los auténticos problemas que tenemos actualmente en España que no son otros que el paro, el independentismo y la incultura democrática, que no es poca cosa. Es para preocuparse porque llevamos casi un año político perdido, seguimos con presupuestos prorrogados de 2015, y parece que pintan bastos en la economía global.