Póntela, pónsela

28 may 2020 / 16:29 H.
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Tres décadas han transcurrido desde que el terrible y mortal virus del sida se instaló en el planeta. Aquella fue y es una terrible y estigmática enfermedad provocada por un virus mutante y originario de animales también, que provocó un gran miedo y sufrimiento y modificó en gran parte la manera y formas de relacionarse sexualmente entre las personas. Un virus que no ha sido doblegado por la inexistencia de una vacuna, pero que otra vez la ciencia ha conseguido convertir sus efectos en enfermedad crónica con la que se puede vivir. Una enfermedad que deja secuelas físicas y psíquicas, ya que sigue siendo un estigma social en gran parte del mundo.

Póntelo, pónselo rezaba aquella campaña mundial para prevenir esta terrible enfermedad, y que fue atacada por un sector de la sociedad conservadora y moralista que veía en el uso del preservativo un alentar a la promiscuidad sexual más que un instrumento para salvar vidas. “Póntelo, pónselo” fue la mejor herramienta para evitar contagios, además de para poder hacer una planificación familiar acorde con el deseo de las parejas.

Póntela, pónsela hace ahora de la mascarilla un instrumento absolutamente necesario para prevenir contagios de la
covid-19, que ha conseguido colarse en el planeta y poner en jaque a estados y gobiernos de todo el mundo.

Las vías de transmisión de este peligroso virus solo han sido doblegadas por el confinamiento y el distanciamiento social y ahora, para seguir con nuestras vidas habremos de adquirir nuevos hábitos sociales difíciles y complicados de seguir, pero imprescindibles para sobrevivir. La mascarilla ha venido para quedarse, “yo me protejo y te protejo”, respeto y amor se llama esto.

Tarde o temprano hubiésemos tenido que abordar el fenómeno de la globalización más allá de lo económico. Ríos de tinta han corrido hablado de que la
sanidad ha de ser suficiente y eficaz en todo el planeta, de la urgencia de crear un cinturón sanitario que nos proteja, y éste solo se construye desde la ciencia y el conocimiento. No se trata solo de un principio de igualdad, sino también de una fórmula para detectar y evitar que virus de cualquier índole puedan extenderse a la velocidad del rayo. Las interconexiones aéreas, marítimas y terrestres han hecho que los
intereses comerciales y económicos se multipliquen y que en la práctica real
no existan fronteras.

Confinamiento, distancia física y social, higiene y mascarillas fundamentalmente, han sido la medicación incontestada que nos ha recetado la ciencia y
nos exige el sentido común, para comprobar cómo se obtienen los buenos resultados en la lucha contra esta tragedia. Receta que por otro lado ha servido en la mayoría de los países del mundo que han tenido la suerte de poder aplicarla. Así, con el esfuerzo, responsabilidad y sacrificio de todos, hemos llegado a la ansiada fase en la que el virus ha sido doblegado en muchos países incluido el nuestro.

No es de recibo que cada prolongación del estado de alarma suponga debatir de tantas cuestiones ajenas a la sanidad y de pretendido carácter electoralista, que han convertido al Congreso en un gran zoco en el que se mercadea con todo y con todos. No es de recibo esa falta de unidad tan necesaria. En esa deseada unidad nos va la salud y la economía.

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