Pongamos que hablo de Jaén

    26 may 2021 / 13:28 H.
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    Me considero un privilegiado por seguir viviendo en Jaén. Sin paliativos, medias tintas o condiciones resolutorias. Pero a la vez, considero que no es nada fácil mantener casa en Jaén. Nuestra provincia se ha convertido en un territorio que exporta habitantes por su dificultad en enraizar a sus familias y procurarles propuestas de futuro. Esta tierra, que históricamente fue cruce de caminos y territorio de adelantamiento, ahora parece incapaz de evitar la sangría de habitantes por cada una de sus puertas de salida, especialmente a través de la nacional IV, tanto por el norte como por el oeste. Esa autovía que a la vez vertebra la provincia también representa nuestro finisterre. Yo mismo he participado en dos oleadas migratorias. Una, allá por los inicios de la década de los 90, nada más terminar los estudios en la UNED. Otra, a finales de la década pasada, tras aprobar unas oposiciones. En la primera, tardé quince años en volver a Jaén. En la segunda, cerca de dos. Pero, tanto en una como en otra oleada, cada vez que hacía la maleta para irme lo consideraba como un día menos que me quedaba para volver. Por ello ahora me considero un verdadero privilegiado por vivir en Jaén. Y por ello, aquellos que tenemos la fortuna de haber retornado, estoy convencido que debemos afrontar, cada uno desde su sector de actividad, el compromiso tanto de reivindicar nuestro territorio como el de comprometernos por su impulso. Porque, ya se ha visto sobradamente, que nadie lo hará ni por nosotros ni mejor que nosotros. Cuando la necesidad aprieta, no queda otro remedio que dejar tus raíces y marchar a otras latitudes para tratar de construir nuevos proyectos. Pero, personalmente, creo que es más estimulante hacerlo mirando siempre por el rabillo del ojo en dirección a Jaén. Hay mucho talento y capital humano en nuestra provincia que quiere desarrollarse. Mensajes pesimistas o victimistas, después de todos los acontecimientos que han impactado en nuestros indicadores sociales y económicos, solo conducen a retroalimentar el bucle infinito de la desesperanza.

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