Políticas tóxicas

    09 oct 2023 / 09:25 H.
    Ver comentarios

    No existe género para lo tóxico. Lo que se pretende significar es que resulta atribuible tanto a varones como a féminas, así como a cualquier otra posible variable. En realidad, tal toxicidad humana es el origen, la base de aquellas que derivan en toxicidad de naturaleza política, en la que sus efectos de pócima generalizada conducen a una oligofrenia retórica que con perversión lingüística, han denominado populismos. Y con ello no quiero aludir exclusivamente al sistema político de ciertas derechas, que también sino, sobre todo, a regímenes autoritarios, despóticos, tan distantes de los principios democráticos, aunque conserven este calificativo, como carentes de un elemental sentido de la compasión hacia los más vulnerables. Existen numerosos ejemplos de rabiosa actualidad que son constatables en la prensa diaria. Modalidad: toxicidad religiosa que desde la más remota antigüedad viene amparando toda clase de violencias. Y me adelanto a la objeción de que en nombre del cristianismo se han perpetrado violaciones, guerras asesinatos. Y es cierto que el cristianismo y algunos de sus excelsos representantes fomentaron, por razones expureas, guerras y derramamientos de sangre. Por suerte la evolución que ha experimentado el cristianismo en tales cuestiones nada tiene que ver con el producto tóxico que, en la actualidad, expanden otras religiones y regímenes autoritarios. Con la excepción del silencio de Pio XII, sobre los hornos crematorios, como en los últimos días, se ha acreditado documentalmente, el cristianismo tiene establecido un sistema de valores que si no llega a ser el absolutamente progresista difiere de otros credos que engendran la violencia política. Parece increíble que, en el siglo XXI, puedan existir regímenes que decreten la pena de muerte y la ejecuten a los homosexuales, que maten a niñas adolescentes, en Irán u otros países, por un simple desvío del velo que se les impone, que se someta a las mujeres a tratos degradantes; me refiero también a los migrantes, a las políticas de exclusión que se las practica y, singularmente, dejar constancia de una referencia: pese a lo dicho respecto del papel aciago que han representado la toxicidad religiosa, hoy, no existe un líder no político que más y mejor haya defendido el fenómeno migratorio. Me estoy refiriendo al Papa Francisco, en una conmovedora cita: “Este esplendido mar se ha convertido en un enorme cementerio en el que demasiado hermanos y hermanas, se ven privados del derecho de una tumba, en el que lo único que queda sepultada es la dignidad humana”. La toxicidad religiosa ha devenido, en algunos países islámicos, en toxicidad política. Muchos siguen asesinando en nombre del Islam, u otras confesiones religiosas. El Papa Francisco encara y condena las políticas europeas sobre inmigración. Dentro de este continente la católica Polonia y Hungría no han aprobado los acuerdos recientemente adoptados en Granada, dentro de los que tienen capital importancia la política migratoria para no incurrir en el “fanatismo de la indiferencia”.

    Como en tantas otras cuestiones, pensando en el catolicismo que profesan muchas comunidades europeas, he recordado (lo siento) en el flamenco un cante que maravillosamente nos legó Manuel Torre: “A la puerta de un rico avariento/bajo Jesucristo/ y limosna pidió...”.

    Articulistas